Guardo una foto que se compone de mi presente. Un presente en el que quien está soy yo. Un presente que tuvo un pasado que inició hace tres años cuando fui a entregar un pedido de chocolates a uno de los mejores Hoteles.
Llevaba 5 meses de divorciada. El dinero no me alcanzaba. No me gustaba la casa en que vivía, y tanto mis hijos como yo, pasábamos incomodidades.
Entregué los chocolates y paré literalmente en seco. Observé absolutamente todo lo que me rodeaba. De un lado tenía una cancha de tenis, del otro un spa, un gimnasio, también un restaurante y una piscina en la que mi vista se detuvo.
Había unos niños con su madre que pedían unas papas fritas. En mi cabeza cabía una sola una pregunta. – ¿Qué tengo que hacer para estar ahí?
Seguí mirando. Todas las casas eran mansiones, no había una fea. Sonreí y no sé cómo, mi corazón sintió una profunda felicidad.
Me sentí agradecida porque alguien hubiera construido un sitio tan bonito y porque hubiera gente que tenía la oportunidad de disfrutarlo. Esa mañana yo tenía la oportunidad de estar ahí; así fuera por minutos, disfrute ser parte de ese increíble lugar.
Me sentí feliz y me fui.
Han pasado tres años desde que mi cabeza preguntó y mi corazón “sintió”.
Hace dos años soy socia del club.
Atrás dejé a la desconocida de los chocolates para convertirme en la señora Tatiana.
Desde lo más profundo de mi alma le agradezco a quienes construyen lugares hermosos, y a quienes tienen el dinero suficiente para disfrutarlos. Me enseñaron que la única forma de llegar a dónde queremos es sintiéndonos realmente felices por los demás.
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Bendiciones y gracias por leerme.
Con enorme cariño,
Tatiana