Ahí estaba yo. En silencio frente a mi vida. Siguiendo todo lo que me habían enseñado y sin lograr lo que quería.
Le di libre a “la cabeza”, y puse “los sentimientos” al mando.
Sin esquemas a seguir, dieron rienda suelta a lo que querían.
Llevaban una vida sujetos al mando férreo y controlador de “la cabeza”, donde todo se dirigía por “la lógica”, “el sentido común” y a veces “el pesimismo”.
Se sintieron libres de diagnosticarme “locura temporal”, y yo me sentí viva.
Me hicieron creer que sí lograba sentir que obtenía todo lo que quería, lo tendría. Acepté el juego. Estaba con el ánimo por los cielos y entrando en un estado de euforia. Fue fácil creerles.
Tenerlos al mando era relajante y divertido. Estaba renovada. Imaginar que lograba lo que quería me hacía sentir fuerte y capaz. Todo parecía fácil.
-Ahora viene la mejor parte Tatiana, me dijeron “los sentimientos”. -Vamos a contarle tus metas y propósitos a todo el que nos encontremos.
-Están locos? Eso no se puede. “La cabeza” siempre dijo que sí le cuentas a otros lo que quieres, no se cumple.
Se reían, me recordaban que con ella al mando, todo era una calamidad aún antes de intentarlo. Y que por andar siempre con “la lógica” y “el sentido común”, con los años se había vuelto pesimista.
Acepté el plan. “Los sentimientos” se encargaron de contarle a media humanidad absolutamente todas mis metas, mostrándose tal cual eran, “sentimentales”.
La gente los veía tan emotivos que no podía evitar emocionarse. Terminaban felicitándome y deseándome lo mejor.
Hicieron un trabajo excepcional, enseñándome a que el silencio no es de valientes…
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