Iba camino al primero de los cuatro vuelos que iniciaría hoy y terminaría mañana, cuando recibí un mensaje de la novia de mi hijo diciéndome que pasaría al aeropuerto a saludar.
Mientras la esperaba recordaba lo incomoda que me sentí cuando iniciaron su noviazgo. Tenía temor de las decisiones que como adolescentes podían llegar a tomar, o peor aún, a no tomar, por su falta de experiencia. Para ese entonces mi hijo venia de ser Diputado Juvenil; entre los premios que rifaron había becas a Irlanda y Canadá. Lamentablemente no todos los ganadores las aprovecharon; algunos decidieron no viajar porque estaban enamorados. Para mí, era fundamental que mi hijo tomara decisiones con la cabeza, por eso prefería que no siguiera la relación.
La mayoría de los consejos que me daban era que no me metiera, porque terminarían aferrándose al noviazgo; traté de hacer lo que me decían, pero no pude. Debo reconocer que en ocasiones no está en mi naturaleza sentarme a ver que pasa.
Tuvimos una conversación que fue bastante incómoda para los tres y no me paré de la mesa hasta que ambos me dieran su palabra qué tras graduarse de secundaria se dirían “hasta luego” y seguirían caminos muy aparte sin detenerse jamás a mirar atrás. Con la mayor inocencia ambos prometieron, sin entender la magnitud de lo que les pedía.
Los dos años pasaron, la graduación llegó y con ello el momento de que cumplieran su palabra. Fui testigo de su “hasta luego”, sin imaginar que me dolería ver la enteraza con la que cada uno fue el trampolín del otro impulsándole a que volará y que volará alto. Y si algún día regresaban, era porque habían cumplido sus metas y finalmente dentro de esos sueños de juventud aún había cabida para el amor.
Lo increíble de las despedidas es que te dan la oportunidad de crear grandes comienzos, y hoy mientras espero a ese primer gran amor de mi hijo, quiero verla y darle las gracias. Las gracias por cumplirme y seguir sus propios sueños, las gracias por impulsar y no retener a mi hijo. Pero sobre todo las gracias porque hoy es un honor llamarla amiga.
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Un abrazo y mil bendiciones.
Con todo cariño,
Tatiana