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A mi abuela no le gusta el queso. Las pizzas que ella come son de lo más absurdas: no tienen sabor y les faltan grasa. Pero mi abuela es una rareza, una extraña excepción. Para nadie es un secreto que la pizza, para que sea pizza, debe llevar queso; y mientras más queso lleve, mejor. Nadie puede negar que el queso es delicioso (a excepción de mi abuela, claro); de hecho, es uno de los alimentos más deseados por las personas en el mundo entero. Pero ¿sabías por qué?

Al parecer, y según la ciencia, la comida más procesada es la más deseada. De allí que los alimentos que no han sido sometidos a una preparación tan elaborada, sean los menos adictivos. Esto tiene mucho sentido: ¿qué nos provoca más, un puñado de nueces o un par de galletas? Asimismo, otra característica común en la comida adictiva es la grasa; y para nadie es un secreto que el queso la contiene, independientemente del tipo que sea. Pero, aparte de la grasa, este alimento tiene algo más que despierta un gusto exagerado por parte de sus consumidores; una sustancia que, según algunos expertos, convierte el queso en una droga potente: la caseína.

Muchos estudios han demostrado que este alimento puede resultar tan adictivo como la heroína, la cocaína y la morfina. La “culpa” de esto la tiene la caseína: una proteína que cuando ocurre la digestión, produce una sustancia opiácea llamada casomorfina, la cual es estructuralmente parecida a la endorfina. La casomorfina también está presente en la leche materna, y es la responsable de producir tranquilidad en los bebés Por ello, comer queso genera una sensación de bienestar. La caseína se encuentra en casi todos los derivados de la leche, aunque en la leche está presente en cantidades mínimas, a diferencia del queso.

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Existen científicos que aseguran que el queso es una droga, y que convierte en “drogadictos” a aquellos que lo consumen con regularidad. Tal es el caso de Neal Bernard, doctor en Medicina Nutricional, quien asegura que las casomorfinas son sumamente dañinas, pues provocan una adicción en el cerebro similar a la producida por la heroína y la morfina. Según el experto, la única manera de tratar la adicción a esto que él llama el “crack lácteo”, consiste en eliminar “de raíz” la relación con el queso: dejarlo de comer para siempre.

Según otros investigadores, el queso dispara en el cerebro un mecanismo parecido al de las sustancias tóxicas adictivas, por lo que crea dependencia. Pero existen detractores, especialistas que aseguran que este alimento no puede ser comparado con las drogas. Y es que, según ellos, si bien es cierto que luego de comer un trozo de queso se liberan casomorfinas, el intestino de la mayoría de nosotros no las absorbe, ni nos afecta a todos de la misma manera (la absorción es mucho menor en aquellos con tractos digestivos sanos, por ejemplo).

Quizá la clave sea evitar caer en excesos. Si queremos aprovechar las propiedades de este alimento, es necesario comerlo con moderación. Dudo que atiborrarse de queso resulte igual de dañino que consumir una droga, pero sé que no es saludable comerlo en grandes cantidades. En todo caso, mi abuela jamás ha sido víctima de las poderosas casomorfinas, tal vez por eso tiene los nervios a flor de piel: nunca ha sentido calma. Ya le daré queso (sin que se dé cuenta).

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