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No todos podemos mentir, no todos sabemos hacerlo. Eso es para arriesgados, para valientes extremadamente cobardes. Los mentirosos creen que sus mentiras se sostendrán en el tiempo y que, sin importar lo que pase, permanecerán siendo verdad de manera indefinida. Mentir es para individuos con memoria de elefante, como la mía, pero eso no es suficiente. Me considero una persona con una memoria prodigiosa, y soy muy mala mentirosa. Y es que mis nervios no son de acero, mi cara no es de las duras y adoro dormir con la conciencia tranquila. Dicen que mentir es todo un arte, creo que no exageran al respecto: decir lo contrario a lo que es, o fingir algo que no se siente, implica un esfuerzo gigantesco.

Ciertamente, la honestidad absoluta no existe. Todos hemos dicho mentiras insignificantes para, por ejemplo, evadir algún compromiso fastidioso. El problema está en aquellas mentiras que dañan el alma y destrozan el corazón; esas que jamás se olvidan. Según Pamela Meyer, experta de Harvard, el mentiroso puede utilizar un lenguaje distante, evita contestar, o suele cambiar el tema. Para Mayer, la sonrisa es uno de los puntos importantes a tomar en cuenta a la hora de detectar un mentiroso: en los ojos se sabe si una sonrisa es honesta.

El acto de mentir ha sido estudiado por muchos especialistas que aseguran que el lenguaje corporal permite identificar fácilmente a los mentirosos. Para la terapeuta Sloan Sheridan-Williams, resulta necesario conocer cómo es el comportamiento habitual del otro cuando no está bajo presión, de esta manera se puede observar cualquier cambio. Sin embargo, asegura que un pestañeo constante o unas pupilas dilatadas son algunas señales que permiten evidenciar a una persona deshonesta. Asimismo, agrega que el mentiroso evita el contacto visual, y su sonrisa, además de falsa, se mantiene por mucho tiempo en el rostro.

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Según la experta, a los mentirosos les cuesta trabajo contestar rápidamente las preguntas, pues tienden a hacer una pausa mientras buscan una respuesta convincente. De allí que utilicen expresiones de relleno como “bueno” o “aja”. También se ponen a la defensiva, y carraspean o tragan continuamente, pues la producción de saliva aumenta debido a la liberación de adrenalina que se produce al momento de mentir. Asimismo, son personas que se ponen nerviosas, por lo que no es raro verlas jugar con su pelo o su nariz, y suelen dar más información que la necesaria para justificar su mentira.

La mentira tiene fecha de caducidad, y es la dueña absoluta de un par de “patas cortas”, como dice el refrán popular. Siempre será descubierta, y la mayoría de las veces cae por su propio peso. Quizá muchos de los que mienten, subestiman el daño que producen cada vez que tuercen una historia. Sea cual sea la razón que los motiva a cambiar la realidad, les aseguro que mentir jamás será la mejor opción. Sé que el mundo seguirá lleno de estos individuos con exceso de “seguridad”, esos que creen que la mentira siempre será eterna.

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