Cuando Hanzel y Gretel tiraron migas de pan, no lo hicieron por temor a perderse. Lo hicieron para volver donde dejaban el corazón.
Mi viaje llegaba al final. En Victoria Station tomaríamos un bus que nos llevaría del centro de Londres al aeropuerto de Heathrow para que yo pasara la última noche en un hotel cerca del aeropuerto y mi hijo regresaría a Oxford.
El plan era sencillo para mi cabeza, pero no para mi corazón, nos quedaba solo una hora en aquel bus antes de la despedida. No sé si fue el destino, la suerte o nuestra torpeza, pero gracias a Dios nos dimos la perdida de nuestra vida. Resultamos varios condados fuera de Londres. La noche nos llegó deambulando por callejones oscuros. No nos enojamos o recriminamos por quien tenía la culpa de semejante equivocación. Entre risas y con gran seguridad caminábamos al lado de pandillas. -Dios, cuanto nos parecemos, pensé.
Los años a su lado pasaron rápido, sin darme cuenta ese niño se convirtió en un gran hombre. Encontramos el hotel pasadas las 10 de la noche. Me instalé y con un nudo en la garganta lo acompañé a la parada. Él seguía su camino, pero esta vez solo. Rezamos. Nos abrazamos fuerte. Le dije lo orgullosa que estaba y partió. A medida que el bus se aleaba mi mente tiraba migas de pan que me permitieran encontrarle siempre, porque con él dejaba parte de mi corazón.
lee mis libros de principio a fin, porque en ellos aprenderás a recuperar tu autoestima, valorarte, y tomar grandes decisiones que te beneficien.
Un abrazo, bendiciones y gracias porque al leerme, me das la oportunidad de escribir.
Con todo cariño,
Tatiana