Mi mamá y yo hemos sido muy unidas, de siempre, de toda la vida. Nos acompañábamos a todas partes, siempre que hubía la oportunidad, y aún lo hacemos, cuando la visito; pero hay un sólo lugar en el cual invertimos más tiempo que el que en realidad necesitamos: cuando nos vamos de compras. Y no es que empleemos todo ese tiempo en hacer enormes compras de artículos de cocina, zapatos, perfumes o ropas, no, es simplemente a la hora de decidirnos cuál de los modelos, colores o fragancias elegir; ¿por qué digo decidirnos?, no, tengo que ser justa, tengo que admitir que el problema es mío, así que es más bien, a la hora de decidirme.
Por suerte o desgracia, éste no es sólo un problema que me pertenece, lo sufrimos miles y miles de mujeres cuando nos llenamos de valor y nos lanzamos a este tentador mundo atestado de publicidad, promociones y marketing. Ahora…haciendo un análisis un poco más profundo, ¿es la indecisión una característica propia de las compras o presentamos indecisión en otras esferas de la vida?
Para romper el hielo, vamos a partir aclarando: ¿qué es la indecisión?
La indecisión no es más que la falta de determinación ante una situación, convertida en un conflicto desde el momento en que nos impide tomar una decisión de forma afirmativa, segura y tranquila.
Ahora, ¿cuándo aparece la indecisión?
Esta surge por el hecho de tener que escoger entre varias opciones, sentirnos responsables de esta determinación, enfrentarnos a las consecuencias que esto pueda acarrear y al mismo tiempo perder los beneficios que aportan las otras posibilidades. Ahora, sin adentrarnos en los detalles, podemos decir que esto tiene algo positivo. Cuando tienes la posibilidad de ser tú el que elige y en vez de una sola solución pues se te dan varias, esto es positivo, ¿verdad?
Pero…hay algo que tenemos que tener en cuenta, no es lo mismo dudar entre qué zapatos te vas a poner para ir a una fiesta, qué obsequio comprarle a tu amiga por su cumpleaños o qué vas a cocinar hoy, a dudar, por ejemplo, sobre qué carrera vas a estudiar, algo que te acompañará posiblemente para toda la vida y contando con que pasas más de un tercio de tu vida en el trabajo, es algo que no se puede tomar a la ligera. Por ello, hay decisiones que merecen un análisis más detenido, eso está claro.
La indecisión está muy relacionada con nuestras emociones. El estrés, la angustia, la depresión, etc., pueden volvernos indecisos o hacernos tomar una errada determinación. ¿Conoces a alguien que tenías por muy seguro ante la vida, capaz de decidir en un abrir y cerrar de ojos entre blanco y negro y luego de atravesar alguna circunstancia desagradable en su vida, ya no lo es? Si no conoces a esa persona te puedo decir que sí, que es posible, no nacimos siendo decididos, no siempre lo fuimos y puede que tampoco siempre lo seamos.
Ahora, ¿cuándo pasamos de dudar en ocasiones a ser una persona indecisa?
Pues cuando la más mínima cosa o la más pequeña elección que tenga que tomar la persona se convierte en un obstáculo incapacitante, por ejemplo, si situaciones tan sencillas como qué color de uñas o creyón de labios llevar, qué plato pedir en un restaurante, qué ropa usar, qué película ir a ver, etc. provocan bloqueos y ansiedad, ya esto hay que tratarlo como una indecisión patológica; pero no te asustes, podrás encontrar en mi próximo artículo cómo puedes dejar de ser indeciso, descubrirás ciertas pasos que puedes seguir cada vez que te enfrentes ante una situación desafiante y temas enfrentarla o cómo hacerlo. También encontrarás la respuesta al título de este post: “Parálisis por análisis”. ¡No te lo pierdas! Está interesante y te hará reflexionar.