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El primer viernes y el FouFounes Electriques

Me dijo que el lago Lafondtaine era artificial, yo no podía creerlo. Es bellísimo. Algo que solo en las películas vi.
Era el mes de mayo y a las siete de la noche ya estaba oscuro y se comenzaba a sentir el fresco de la noche, sin embargo, todavía había gente recostada en el pasto vestidos de manera muy primaveral, nadie daba señas de retirarse.
‒ Pero… Como que es artificial ‒ Esa primera noche, sentados en una banca del parque, recordamos cuando trabajábamos juntos para la misma compañía. Fume marihuana por primera vez, en mi país era algo que solo los ” marihuneros ” hacían. Recuerdo que en México los que fumaban marihuana eran los pobres y eran señalados como gente de lo peor.
‒ Tengo frio. ¿Tú trajiste suéter? ‒ Le pregunte extrañada porque yo ya comenzaba a temblar.
‒ No. ‒ Me respondió tan tranquilo que fue la primera vez que sentí que estaba en otro país. Simplemente no podía creer lo bien que comenzaba a sentirme.
Regresamos al departamento que estaba en la calle Saint André. Era grande y bonito, con un gran back yard. Según José, yo iba a compartir el lugar con cinco hombres, durante cinco días ni uno más ni uno menos. Ya que esa había sido la condición.
‒ Pero no te preocupes, aquí en Montreal es fácil encontrar departamento. Puedes compartir con otras chavas y se comparten los gastos. ‒ ¿Chavas? Pero si no conozco a nadie ‒ Pensé.
José me dijo que me presentaría amigas que me rentarían un cuarto.
Bueno ahora la cosa tomaba sentido.
Ya casi eran las diez de la noche, cuando José me dijo que saldría a tomar una cerveza con su amigo Pascal un “quebecua “. y me pregunto si quería ir con ellos., para ir conociendo gente y “hacer amigos”.
‒ ¿Quieres venir? ‒ Me pregunto.
‒ No sé. Ese Pascal, ¿es buena onda? ‒ Pregunte, por preguntar algo, ¿la verdad?, yo no quería ir.
‒ Si es un “guey” chido, quiere que le presente amigas latinas, habla español el cabrón.
‒ Pero y ¿mis cosas?, ¿no les va a pasar nada?
‒ No, no, como crees aquí están seguras estos chavos son de confianza, nadie va a tocar nada. Vamos, no te preocupes por el dinero el Pascal paga todo, gana bien el cabron.
‒ Bueno, y ¿a qué hora vamos a regresar?
‒Temprano. Antes de la media noche estamos de vuelta y mañana a ver a dónde te llevo. Ah…te voy a llevar a un lugar bien chido, ahí en el chinatown, es un buffet de comida china y comes todo lo que quieres.
‒ ¿Es caro?
‒ Mira, yo no sé cuánto dinero traes, pero lo que tengas cuídalo. Hay muchos bufets pero este es el más barato y se come chido. Ya verás mañana, te va a gustar.
El dichoso Pascal no llegaba y ya casi eran la once de la noche. José percibió mis pocos ánimos para salir.
‒ Vero, no te preocupes, aquí en Montreal puedes caminar a la dos de la mañana y no pasa nada, no es como en México., es algo de lo que me gusta que aquí es muy seguro, nadie se mete contigo. Tú estás en tu onda y nadie se mete.
José se paró de la silla se dirigió hacia mí y me advirtió con su mano…
‒Te la voy a poner fácil ‒, disfruta este fin de semana y el lunes te llevo con mi abogada para que la conozcas, le platiques tu caso, al rato ni tiempo vas a tener.
‒ ¿Cual caso? ‒ pregunte extrañada.
‒ Mira para quedarte en Montreal tienes que tener una historia y todo ese rollo pero mañana que vayamos a comer te platico qué onda…
‒ Ok ‒ Dentro de mi sentía una risa nerviosa, que caso, que historia, esto para mí era nuevo, se me hizo algo excitante, divertido crear una historia, de que no se, lo sabría hasta mañana. Ok. Y entonces dije ‒ Yo ya no me voy a cambiar, así como estoy vestida voy a ir.
‒ Así estas bien, solo trae un suéter porque más tarde hace un chingo de frio.
Ya eran las once y su amigo no llegaba y yo ya quería que José me dijera: Pues este guey no vino. En tu cuarto hay una televisión, por si quieres ver una película. ‒ De veras, ok. Hasta mañana, buenas noch…
De repente… suena el timbre la puerta, abren la puerta y era el, su amigo. Pascal era rubio, de ojos color miel, estatura y complexión media.
Nosotros estábamos en la cocina y Pascal se quedó en la sala platicando con los otros chicos, Humberto, Orlando, Andrés y Manuel, mis futuros compañeros de departamento. Y entonces volteo y me vio, y con rapidez estiro su brazo para saludarme de mano.
‒Hola, ¿tú eres vero? José me platicó que ibas a venir a vivir a Montreal,
¿Qué onda como estas?
‒Si yo soy la amiga de José, mucho gusto, estoy bien gracias.
‒La invite a salir con nosotros.
‒Sí, sí, perfecto no hay problema, no hay problema., ¿Quieres ir a bailar salsa o bachata?‒ Pascal me pregunta de una manera tan efusiva y alegre, me hizo sentir que estaba muy interesado en conocerme.
‒No, no, no… no me gusta la bachata prefiero el rock o música electrónica.
En México es muy popular, la salsa y la cumbia, y yo detesto esa música, así que, cuando él me pregunto si quería bailar salsa, fue como si me hubieran ofendido, insultado. No vine de tan lejos a escuchar y bailar salsa y bachata. Por un instante pensé: Pascal es muy corriente.
‒Guey, llevarla al FouFounes Eletriques ‒ le dijo José a Pascal.
Cuando escuché que mi amigo dijo eso, yo pensé, ¿que este no viene? , ¿Cómo voy a salir yo sola con este tipo, que ni conozco?
‒ ¿Tu no vienes con nosotros José?
‒ Sí, sí, si… si voy.
Su respuesta no me convenció. Ya se me había olvidado que José era medio misterioso siempre enredando las cosas.
Por un segundo pensé que estaba en México, cuando José y yo trabajábamos en la misma empresa y en la misma oficina y a las seis de la tarde me decía: Vero voy a ir a comprar un capuchino, ¿quieres uno? ‒sí, ‒Yo le contestaba, como diciendo: a ver si ahora si cumple.…
‒Ok, ahorita regreso
Y después de una hora regresaba y sin el capuchino. Cuando será el día que le diga: «no quiero capuchino, gracias”. ‒ te tardaste mucho José, el Licenciado Barcena ya hablo y pegunto si ya contactaste a l licenciado Gómez. Ya hablo también Jesica y me pregunto ¿que donde estabas? , le dije que fuiste por un café.
‒ Le hubieras dicho que sí, Vero… ‒ Ahora era yo la tonta, la desmemorizada.
‒ Y yo como voy a saber, si hace una hora que te fuiste, y no me dejaste dicho nada.
De cuatro de la tarde a ocho, José y yo trabajábamos para una radiodifusora. José estaba en una oficina y yo en otra. Yo veía que él se la pasaba ” pegado a la computadora “, bueno yo asumía que estaba trabajando en lo mismo que yo. ‒ José, ahorita si vuelve a llamar conteste la tú.
‒Y que le dijiste,
‒ Que fuiste a comprar un café y la segunda vez que, estabas en el baño. Mejor llámales y les explicar qué onda.
José era el maestro de las excusas y mentiras, era como una licuadora hablaba y hablaba y hablaba y metía las mentiras que, se mezclaban perfectamente entre tanta habladuría, sin que nos diéramos cuenta. Y así nos tragábamos todo.
En fin, ya estábamos en el carro de Pascal, medio viejo, pero que importaba teníamos carro para ir y regresar. Sin problemas.
Algo raro había, mientras José me decía que sí. Caminaba de un lado para otro y se ponía la mano en la cara y los ojos los abría y los cerraba. José siempre con sus mierdas.
Su actitud era de león enjaulado, ya le andaba por irse. Dicho y hecho se fue, dejándome sola con su amigo.
Llegamos a un bar, yo estaba muy entretenida viendo el lugar, la gente que entraba y salía, cuando ellos comenzaron a hablar en francés, yo tenía un par de horas en Montreal, así que, no entendí nada de lo que hablaron y en eso vino lo mejor.
Todavía ni entrabamos a lugar cuando José la soltó.
‒Vero, ahorita vengo no me tardo voy con un guey que me debe una lada y regreso, no te preocupes Pascal es de confianza, él va estar todo el tiempo contigo y te va llevar a la casa.
Este siempre con sus chingaderas. ‒ Pensé. Entonces se le dijo a Pascal.
‒ Ahí te la encargo, cuídala mucho, ella es como mi carnala.
‒ Ya te dije que sí.
Un poco decepcionada, entre como llegue al bar, sin saber cómo se llamaba el lugar. Ni pregunte, me deje llevar, al fin y al cabo en ese momento yo ya me sentía en otro mundo. Pascal me ofreció marihuana, que me pego muy duro.
Después de platicar y tomar cerveza y tequila, salimos de ese lugar, y me dijo que me llevaría a otro lugar mejor que este.
Caminamos como diez minutos y ahí estaba, la gran araña, enorme, bonita, negra, el lugar se llamaba: FouFounes Electriques.
La música estaba buenísima, era la música que más me gustaba, el lugar era el mejor, era como una fábrica abandonada, luces de neón, todo oscuro, la gente estaba vestida como a mí me gustaba, !Dios¡ aquí era perfecto todo. Me enamore de este lugar a primera vista, estaba más feliz que nunca, así que, seguí bebiendo tequila y bailando.
Era mi primera noche en Montreal y la estaba pasando súper.
Ignoraba que hora era, pero el lugar comenzaba a vaciarse. Y yo ya estaba enamorada de ese lugar, estaba borracha, bailando como loca, riendo como loca, y entonces ocurrió algo que jamás pensé que me preguntarían en mi primer viernes en Montreal.
‒ ¿Quieres quedarte en mi casa?
Yo le dije que sí. Porque no terminar el día como lo empecé, con una nueva aventura, una nueva vida no sé si buena o mala, no lo sabía, pero yo me quería divertir y tener nuevas experiencias, el mundo era mío. Sin testigos. Otra vida la cual yo manejaría a mi antojo.
Nos fuimos a su casa, no me importaron mis cosas, ni el dinero que deje entre mi ropa.
Pase el resto de la noche en su casa. La pasamos bien. El primer chico en mi nueva vida. El me miraba y me acariciaba el cabello de una manera tan dulce y tan tierna, y entonces me hizo la segunda pregunta.
‒ ¿Quieres ser mi novia? ‒ No lo podía creer lo qué me estaba preguntando, así que, hice como que no lo había escuchado y solo le dije:
‒ ¡¿Qué?!…

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Fin

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