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No quería admitirlo, desde que te fuiste mi perro llora cada noche, mis padres me preguntan cada vez más por ti, la cama está vacía aunque me sobre tu almohada que ya le falta relleno por todas las veces que utilizaste mi habitación como tu hotel y ¡Sí! Mi perro corazón te extraña, anhela tu regreso aunque la mente le grita y le vuelve a gritar que no volverás.
Posiblemente lo que era un corazón enamorado se convirtió en uno terco que no se hace a la idea de que te marchaste, mis ojos dejaron de verte mientras que mi mente te sigue pensando y ese perro corazón te sigue amando. No hay croquetas para llenarlo y que no se sienta tan vacío, no hay quien lo acaricie, no hay quien sobre el día o de un poco de calor para que este, no termine por maullar en las noches.
Te fuiste y pareces fantasma, te veo en todos lados y apareces en los momentos más inoportunos, curiosamente sales a relucir tu recuerdo en las noches, en las noches cálidas por el clima y en las que están frías por tu partida.
Envidio los corazones que dejaron de palpitar, al menos ellos ya no sufren, siento lástima por aquellos que palpitan y sufren por la huida fugaz de alguna ladronzuela que no tuvo clemencia a la hora raptar un órgano que funciona solo y en otros funciona por la energía de un amor descontrolado, hasta insolente podría decir.
Al parecer mi mordida fue tan fuerte que ya no quiso seguir acariciando a mi perro corazón que desde hace mucho lo vacuné contra la rabia, pero que hoy más que nunca se siente molesto, impotente ante el arrebatamiento de lo que él creía “Un amor real”
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