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Mi abuelo tenía un cubo de Rubik; ese famoso rompecabezas mecánico tridimensional que todos conocemos. Cuando el cubo perdió color, debido a los innumerables intentos por resolverlo, mi abuelo, que entre otras cosas era pintor, aprovechó sus óleos para colorear este juguete de plástico. Sus pinturas se convirtieron en las aliadas perfectas en esto de poder lograr su cometido: no sólo sirvieron para reavivar aquel cubo pálido y viejo, sino que le permitieron “resolver” este popular juego. No era extraño ver restos de óleo rojo tapando un cuadrado que originalmente era azul. Y aunque jamás consiguió armarlo, este objeto al menos lo entretuvo durante muchas tardes.

Si tomamos en cuenta que su creador, el arquitecto húngaro Ernö Rubik, tardó casi un mes en conseguir la solución de su invento, podemos deducir que es un juego bastante complicado. Sin embargo, existen personas a quienes les resulta sencillo resolverlo. Son muchos los aficionados que asisten a campeonatos para lograr superar el récord mundial: la impresionante marca de 4,9 segundos de la que es dueño Lucas Etter, un adolescente estadounidense. Pero ¿qué es lo que tiene este cubo que despierta la curiosidad de todos?, ¿por qué es el juguete más vendido de la historia?

Para algunos, el también llamado “cubo mágico”, resulta una especie de tortura que sólo nos llena de frustración y dolores de cabeza. Pero aun así, nos encanta tenerlo entre las manos: adoramos sus colores brillantes y el sonido que se produce al mover las piezas. Los que no lo hemos podido armar, que quizá seamos la mayoría, jamás perdemos la absurda fe de lograrlo algún día; después de todo, dicen que el secreto está en la práctica. Pero más allá de las impresionantes habilidades que debemos tener para hacer coincidir los colores de cada una de las seis caras, es importante recordar que el sólo hecho de intentarlo ya resulta beneficioso para la salud de cualquier mortal. Existen muchas razones por las que debemos jugar con este cubo, pero la más obvia de todas es, indudablemente, esta: hacerlo es gimnasia pura para nuestro cerebro.

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Una manera entretenida de adquirir agilidad mental, consiste en jugar con este colorido rompecabezas. Cada vez que lo hacemos, nuestra capacidad para procesar información de tres dimensiones se ve favorecida: nos da inteligencia espacial. También es bueno para trabajar nuestra lógica y el razonamiento; incluso le otorga rapidez a nuestras manos. Además de ser divertido, nos permite combatir el estrés y es magnífico para desarrollar la paciencia. Esto, a su vez, beneficia nuestra concentración, el enfoque y la atención, al igual que nuestra memoria visual. Por último, es un juego que nos invita a retarnos y a ver qué tan constantes podemos llegar a ser.

Aquel cubo jamás volvió a tener sus colores originales. Las pinturas de mi abuelo impregnaron ese pequeño objeto de tonalidades infinitas. Pero eso poco importa si tomamos en cuenta que, aún así, mi abuelo mantuvo un enorme interés por armarlo. Esto no sólo sirvió para potenciar sus habilidades, sino para mantenerlo motivado a diario: nunca perdió la esperanza de poder resolverlo.

 

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