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No soy amante de los libros de autoayuda, prefiero las novelas románticas. Pero, debo reconocer, que hasta mis obras favoritas se han mezclado con estos “manuales de superación personal”. Mi papá sí los ama: los compra, los lee, y luego me los regala. Siempre ha tenido la absurda esperanza de que con ellos atraeré la prosperidad a mi vida. No tengo nada en contra de estas publicaciones, pero a mí no me funcionan. Considero que estos libros compilan un montón de consejos interesantes que resultan imposibles de aplicar a la vida real. No pretendo desprestigiarlos, pero no soy su target.

Sabemos que estos textos aseguran tener las claves para encontrar la felicidad y convertirnos en personas exitosas. De esto se ha escrito bastante, al igual que del liderazgo. Y es que aunque de este tema existen buenos libros, también podemos toparnos con uno que otro lleno de mensajes confusos que nos han hecho pensar que un líder es únicamente una persona con dinero o poder; lo que resulta absurdo, sobre todo, después de leer El liderazgo al estilo de los Jesuitas de Chris Lowney. Este libro no sólo me sirvió como referencia en mi trabajo de grado de la universidad (trabajo que utilicé para redactar este artículo), sino que me permitió entender de manera distinta lo que era el liderazgo. El autor expone cuatro pilares esenciales del liderazgo que son recogidos de los testimonios de San Ignacio de Loyola y de la Compañía de Jesús: autoconocimiento, ingenio, amor y heroísmo.

El primero se refiere a poder identificar nuestras creencias y valores: saber qué nos motiva. Los líderes prosperan sólo si entiende quiénes son y qué les importa. Para Lowney, es fundamental comprendernos a nosotros mismos, y tener la capacidad de reconocer nuestras fortalezas y debilidades. Como líderes estamos en constante cambio, y vivimos un continuo proceso de aprendizaje que nunca termina. El cambio es lo que nos permite desarrollar el ingenio que necesitamos para transformar las cosas, y éste es otro de los pilares del liderazgo jesuita. Según el autor, Loyola reforzó eso de vivir “con un pie levantado”: estar listos siempre. Por eso debemos ser flexibles, estar abiertos a nuevas ideas, prepararnos para aprovechar las oportunidades, y tener la capacidad de resolver los problemas con creatividad.

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El tercer pilar es mi preferido: el amor. Todas las acciones emprendidas por un líder deben llevarse a cabo con mucho más amor que miedo. Cuando una persona se siente respetada y sabe que confían en ella, da lo mejor de sí siempre. Tratar a los individuos con amor, se traduce en obtener su mayor potencial. Más allá de predicar sobre el amor, lo importante es actuar con amor, y amar a los que diriges. Por último, pero no menos importante, está el heroísmo. Éste no es más que la necesidad de motivarnos para rendir más y poder concentrarnos en el potencial de lo que vivimos, asumiendo los riesgos y visualizando siempre objetivos heroicos. Debemos ir más allá, querer siempre más; y hacer las cosas con pasión.

Para Lowney todos somos líderes, y siempre estamos dirigiendo. Según él, Loyola no concebía dichos pilares como principios del liderazgo, sino como un modo de proceder en la vida, una manera de vivir en la que nos preocupa mejorar la situación del otro. Debemos adueñarnos de estos pilares al punto tal de convertirlos en nuestro estilo de vida. ¿Pensaste que nunca habías sido líder? Ahora sabes que sí lo eres; todos lo somos.

 

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