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El olor a pan tostado siempre me despertó durante mi infancia. Todas las mañanas, desayunaba un par de rebanadas de este alimento, untadas con mantequilla y mermelada. A pesar de ser venezolana, en mi casa las arepas fueron una deliciosa excepción. Una que mi mamá hacía sólo cuando estaba más feliz que de costumbre. Mi mamá, y no porque sea mi mamá, cocina mejor que los dioses, pero las arepas jamás fueron su fuerte: nunca supo prepararlas. Les quedaban duras, tiesas y cuadradas. Por eso, nuestra mejor opción siempre fue el pan.

Este alimento ha sido un elemento básico en la dieta de las personas desde tiempos antiguos. Ciertamente, el pan tiene lo suyo: es adictivo, esponjoso, y cuando está recién horneado desprende un aroma que deleita y le abre el apetito a cualquiera. Pero sabemos que comerlo en exceso no es saludable. Vamos a estar claros, no es brócoli. Todos estamos conscientes de que es un carbohidrato que engorda. De hecho, ha sido satanizado, y en algunas dietas para adelgazar ha llegado a ser, incluso, eliminado. Por supuesto, sabemos que el pan comercial lleva muchos conservantes y sal, lo que lo convierte en un producto poco saludable. Pero si evitamos caer en excesos, su consumo resulta hasta beneficioso. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda consumir 250 gramos de este alimento al día.

Cada tipo de pan tiene sus propiedades; por ello, en lugar de dejar de consumirlo, resulta una mejor opción conocer sus ingredientes y escoger aquel que nos aporte mayor cantidad de nutrientes. Los expertos recomiendan el consumo del pan integral que, aunque también es industrial, está elaborado con el grano entero de cereal y no únicamente con la parte blanca, y además contiene el doble de fibra. Asimismo, los hidratos de carbono del pan integral se digieren más lentamente que los del pan de harina blanca, así que el cuerpo puede utilizarlos por un tiempo mayor. Por otra parte, la harina integral también tiene más fibra y más vitamina B.

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Pero debido a lo dañino del pan blanco (pues, entre otras cosas, se digiere muy rápido y aumenta los niveles de azúcar), un científico de la Universidad Nacional de Singapur, llamado Zhou Weibiao, inventó el “pan morado”. Para crearlo, extrajo antocianinas –un pigmento natural- del arroz negro y las añadió al pan, lo que le da ese color morado. Según diversos estudios, esta sustancia puede prevenir enfermedades del corazón, el cáncer, la diabetes (puede reducir los niveles de glucosa) y controlar la obesidad Además, debido a una reacción química con las enzimas del almidón, la velocidad de digestión se reduce en 20%, por lo que se digiere más despacio que el pan blanco. Al parecer, ya muchos especialistas aseguran que es un superalimento, pues, entre otras cosas, es rico en antioxidantes que combaten el cáncer.

En las manos de este científico está la solución para aquellos adictos al pan, esos a quienes no les basta comer tan sólo un trozo. Todavía no está a la venta este alimento de llamativo color, pero esa esperanza remota de que este producto de panadería, tan atacado por muchos, se convierta en algo saludable, ya se ha vuelto real y tangible. Dentro de poco será común que el tono morado pinte este alimento esencial en nuestra dieta diaria. Sólo queda esperar.

 

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