Un piel artificial contra el sol, una ventana que produce energía o billetes imposibles de falsificar son varios proyectos del equipo de Hernán Míguez.
Uno de los tesoros que Howard Carter encontró en la tumba del faraón Tutankamón fue una fabulosa joya en forma de escarabajo. Reconoció el oro, la plata y las piedras semipreciosas, pero no el reluciente mineral verdoso con el que fue tallado. El enigma se resolvió en 1996: era cristal de tectita, creado por el impacto de un meteorito. Para reproducir el brillo específico del insecto sagrado de forma digna de un rey-dios, los artesanos había recurrido a uno de los materiales más raros del planeta.
El trabajo de Hernán Ruy Míguez García, director del grupo de Materiales ÓpticosMultifuncionales en el Instituto de Ciencia de Materiales de Sevilla (dependiente del CSIC) ha sido descrito poéticamente como “fabricar alas de mariposa”. Él, como el orfebre egipcio, reivindica al humilde escarabajo y sus élitros [caparazones]: los colores que los recorren no corresponden a la pigmentación sino a patrones microscópicos en su estructura que capa tras capa modifican la luz a su antojo.
Este es el ámbito de la fotónica, el estudio de las interacciones entre la luz y la materia. Los premios que cada año concede la Real Sociedad Española de Física y la Fundación BBVA han hecho doblete para el equipo sevillano. Gabriel Lozano Barbero ha ganado en la categoría de Física Experimental por su trabajo sobre iluminación artificial con células solares de perovskita. Y el propio Míguez se ha llevado el galardón a la Innovación por aunar “ciencia básica” con “transferencia tecnológica”.
El físico estudió en la Universidad Autónoma y el Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid antes de realizar su investigación posdoctoral en Toronto y regresar a España en 2002. Tiene en su haber 18 patentes y dos empresas, una en Canadá y otra en Suecia, fundadas en base a su tecnología. Describe su centro con la simplicidad de un reloj en hora: “Primero se diseña el modelo del material con propiedades específicas en mente, los químicos lo crean en el laboratorio, los físicos toman las medidas ópticas y se busca su aplicación práctica en los campos en los que típicamente trabajamos”. A continuación, duda: “No sé si ‘típicamente’ sería la expresión adecuada en nuestro caso”.
Ventanas, billetes y piel artificial
Como el caparazón del escarabajo, los materiales que crea Míguez descomponen la luz en una “coloración estructural” que alcanza a placer los rangos de ultravioleta, o se mantienen transparentes pese a que la superficie tenga otras funciones, como la fotosensitividad. “Las propiedades ópticas dependerán de la distribución de materiales, como las partículas de óxido metálico, en capas a distancias que varían del micrómetro al nanómetro” – explica. “Esto es, una separación entre 100 y 1.000 veces más fina que un cabello humano“.
Estos colores, como los del insecto, dependen “fuertemente” del ángulo de visión. De la patente bautizada como ‘ópalo artificial‘ de Míguez – que semeja el relumbre de la piedra semipreciosa, pero “de forma controlada”- nació Opalux, la primera de las empresas. En coordinación con el gobierno canadiense, desarrolla sistemas de verificación visual de documentos o papel moneda. Un agente podría determinar así si un pasaporte es falso con solo inclinarlo y comprobar que los colores de la tinta cambian. Canadá quiere anticiparse a cuando los falsificadores sean capaces de trucar los actuales hologramas.
De la inversión del gobierno sueco en tecnología solar brota Exeger; el trabajo del equipo de Míguez, precisa el investigador, “se realizó en España”. Su contribución fue la de mejorar la eficiencia de las células fotovoltaicas y volverlas transparentes: los grandes ventanales de las casas nórdicas que ávidamente absorben cada rayo de sol disponible podrían así producir energía. La empresa reenfoca ahora estos materiales en sensores, pantallas y superficies inteligentes.
Sin duda, uno de los hallazgos más curiosos y que da prueba de la versatilidad de los nuevos materiales es la “lámina polimérica transparente biocompatible que bloquea la radiación ultravioleta”. En otras palabras, una “capa de piel artificial” que protege por completo del sol. No, no se trata de la crema solar del futuro, ha sido creada con fines médicos. “Nadie querría ir a la playa con un traje de cuerpo entero por transparente que fuera” – bromea Míguez. Pero podríamos terminar resguardándonos bajo sombrillas translúcidas como el cristal.
Hernán Míguez no se considera un mirlo blanco por la fructífera relación entre los proyectos de su centro y la empresa. “La financiación en España se concede de forma seria, pero es escasa en comparación con los países los vecinos”