Hace un tiempo leí una de esas verdades de puño y letra. Esas que por más que incomodan se quedan en nosotras. -El amor debe ser eterno “mientras dure”.
Una verdad que dependiendo de lo que nosotras decidamos, nos duele al principio o al final.
Con mi exesposo, el hombre con quien estuve casada 18 años y tuve mis dos hijos, me dolió al “principio”, cuando me di cuenta de que algo indescriptible dentro de mí había cambiado.
Cambió tanto que por más que intentaba repararlo no había manera. ¿Cómo reparamos un sentimiento?
Esa toma de conciencia, de que el amor había terminado tras 18 años de matrimonio, dos hijos adolescentes y mil recuerdos, fue dolorosa. Hacerle cara a esa verdad fue difícil. Tener que poner las cartas sobre la mesa y plantearme un tan temido divorcio lo consideraba imposible. No sé cómo, pero lo hice y seguí adelante con mi vida; aprendiendo fortalezas que desconocía poseer.
Está en cada una de nosotras escoger que duela de preferencia al inicio, cuando el dolor es soportable, cuando el daño se puede medir, se calcula, y aún más importante, se “maneja”. Y no al final, continuando en una relación por motivos erróneos en donde tristemente de todas formas quizás colapsará, solo que con el paso de los años habrá ocasionado además un “daño colateral”, destruyéndonos, dejándonos deshechas y perdiendo esa fuerza interna que todas llevamos dentro.
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Un abrazo, bendiciones y gracias por leerme.
Con todo cariño,
Tatiana [email protected]