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Eran las dos de la mañana, estaba sentado, más bien echado en el sofá sin postura, en una mano, una copa semi llena y en la otra una botella semi vacía. En el suelo una libreta con una pluma a punto de acabarse la tinta, en las hojas yacen mis pensamientos, mis ideas, mis temores más oscuros y estos salen cuando tengo encima de mí, un par de tragos.

La gente me señala, dice que soy un alcohólico, yo no me considero así, puedo afirmar que hay personas que utilizan la bebida para divertirse, utilizan las botellas para salir del aquí y el ahora, para tomar valor, ser valientes pero yo no, mi genio interno me exige beber, es el precio que debo pagar para crear cosas extraordinarias.

Puedo ver a la sociedad como se destruye por los efectos de ingerir alcohol, la diferencia es que en lugar de ser partícipe de ello, yo me quedo en casa, a la distancia observo como arde mi ciudad y lo testifico en un cuaderno viejo que es mi única compañía, curiosamente todos odian al genio interno, sale y todos se van de mi lado, supongo que es el penitencia de ser increíble.

Cuando bebo, soy magnífico, soy aquella persona que sobrio querría ser pero por miedo no soy, mi verdadera esencia sale a flote, mis chistes me causan más gracia, mi hombría y varonilidad se asoman y quieren moler a golpes todo lo que esté en frente de ellos, las ideas más erróneas suenan interesantes y una llamada a una ex pareja se me hace la cosa más acertada, digo cosas que siempre quise decir pero no creía que pudiera hacerlo y todo esto lo hago gracias al talentoso ebrio que sale con un par de tragos.

No todo es perfección, mi genio me ha mostrado lo amargo de la soledad y creo que ella misma me obligó a sacar a mi gran maestro interno a pesar de que no quería hacerlo. Cuando llegaba a casa, el eco de los ruidos retumban mi departamento, el vacío externo de inmediato se convierte en uno interno.

Mi alma grita paz, mi corazón pide amor y mi mente se nubla exigiendo un par de tragos que llegan más por necesidad que por deseo, me hundo en el apetito de querer tomar algo.

Antes anhelaba que mi genio saliera para concederme deseos, pero ahora, yo soy quien le concede sus deseos. él sale sin siquiera yo querer, asoma su ser sin que yo se lo pida y lo que era un mero placer se ha convertido en una necesidad, necesito un par de tragos para todo y no sé en qué momento pasó.

El genio parece preciso, muy sabio, valiente, dominante pero un tanto celoso, prefiere convivir solo conmigo y alejar a las personas que estén cerca de mí, al principio se torna amable, gentil, chistoso y hasta creativo pero pasan las horas, la oscuridad se vuelve más profunda y las horas marchan sin dejar rastro de los minutos, es ahí cuando el sabio se vuelve grosero, prepotente, necio y arrogante.

En un comienzo, podía estar sin beber durante la mañana, la tarde y de vez en cuando tomaba por la noche, pasó de ser dos veces a la semana a ser cuatro, sin saber ya estaba ingiriendo alcohol los siete días de la semana, primero por placer, ahora por necesidad.

Levantarme de la cama es un reto, a veces ni llego a ella, me quedo en donde me indique el cuerpo o donde éste caiga, normalmente es en el sofá a lado de mi libreta que se terminó llenando de lamento, angustia y amargura.

Comprendo que probablemente pueda estar enfermo, aquel genio se ha convertido en una enfermedad, sentía que me aconsejaba con cosas positivas, ahora cada vez que veo a mi acompañante, me dice lo malo que soy, hace énfasis en el poco talento que tengo.

Llegaban mujeres a la habitación, se iban después de par de tragos, yo no recordaba su nombre después, el genio las terminó conquistando por una noche pero esa es su filosofía “La noche de hoy, debe ser mejor que la de ayer.” Esa frase ha hecho que llegue al borde de mis límites.

El gusto por el whisky, ron, tequila, champagne, se quedaron muy en el fondo, ahora son más una necesidad y bebidas de todo el día, no recuerdo cuando fue la última vez que estuve sobrio, perdí la cuenta de los días que llevo tirado en mi sillón, la suma de las horas perdidas no me sale.

Mi teléfono armonizaba el ambiente con música hasta que vi un mensaje de Regina, la mujer que me gustaba, las ganas de regresarle unas palabras abundaron mi ser pero la razón se libró del genio y me indicó que no lo hiciera, no era momento de alejarla.

En vez de encarar al genio arrogante, me sumerjo en otro trago que no sé si es tequila o agua ardiente, llega una hora en el día en donde todo me sabe igual, todo se convierte en medicina para mi ser y comienzo a escribir, dejo que mi pluma grite los lamentos que a mi alma desgarra y por título pongo “Entre Par De Tragos” deslizo mi Mont Blanc y las palabras salen, refiriendo a mi sociedad, aquella que me ha hecho creer que soy talentoso mientras mi genio afirma que es mera suerte, las frases se acomodan y relatan lo odioso que son los reconocimientos, lo hipócrita que termina siendo la gente por un poco de atención, entiendo la sabiduría de la vida misma al ponerme en frente a todas aquellas personas que no creyeron en mí y que hoy me piden trabajo.

Ironías de la vida es caer en lo que más odio, la realidad es que ese genio se llama alcoholismo, y jamás me susurró cosas buenas, siempre me indujo a más perdición pero el problema jamás fue él, fui yo, la debilidad y la soledad se apoderaron de mi verdadera personalidad o quizá me enseñaron quien soy realmente, me convirtió en un magnífico y completo genio.

Concluyo el escrito con un: “Genio tú que entras a mi ser, te pido que salgas, antes de eso, crea un mensaje para la soledad, dile que aprendí a quererla y si ese es mi destino, la acepto sin reclamo, es más, invítale una copa de whisky y afírmale que podemos hacernos compañía, yo estoy perdido, ella no.”

“Las bebidas alcohólicas terminan por crear una ilusión, esa ilusión es una perdición a la larga. El tema del alcoholismo es algo serio, termina por separar familias y acaba con vidas.”
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