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El amanecer estaba por llegar, sentía su mirada descansar en mi hombro, sus manos acariciaban toda mi espalda y su respiración era cada vez más ligera, sentía que el verme le traía satisfacción, tal vez tranquilidad, aunque pensaba y pensaba en el motivo de su mirada tierna, deduje que le impacientaba el futuro. Ella era de esa clase de mujeres que viven el instante, disfrutan el momento y aunque no lo admite, le da terror el futuro.
El futuro es incierto, no sabemos qué puede llegar y por ello nos da miedo, podemos realizar miles de acciones, cuando el destino no conspira a nuestro favor, los resultados no son favorables a nuestra causa.
Cada noche que pasé con ella fue diferente aunque el resultado era el mismo, sus caricias en mi espalda con una respiración muy latente en mi hombro. Algunas veladas eran sencillas y mágicas, se dormía o me dormía encima de ella, nuestros corazones sonaban y de momento, éramos uno solo.
La extraño mucho, la pienso el doble, tal parece que nuestros caminos no encontraron retorno y son caminos en paralelo que jamás se juntan y no creo que vuelvan a tocarse.
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