¡Alerrrtaaa! ¡Alerrrtaaa!—grita Addidas Agepty.
El eterno enemigo de su especie ha decidido invadir su nuevo hogar.
Por supuesto que está molesto. El año pasado su familia abandonó la ciudad porque los humanos realizaron una campaña de higiene y destruyeron sus casas de cuatro plantas en los latones de basura, cáscaras de huevos y botellas de cerveza vacías.
Ahora es diferente. Basta ya de volar en retroceso. Si los humanos quieren guerra, la tendrán.
Los insectos atacan en tríos y cuartetos. Perforan los mosquiteros con sus aguijones de acero inoxidable, abren las puertas de las cabañas llevándose mochilas, zapatos, planchas, ropas, billeteras; y usan máscaras antigases para burlarse de los insecticidas.
Sus primos hermanos: los Jejenes, no participan en la batalla. Trabajan en el turismo y como los ingleses, alemanes e italianos les dan buenas propinas, detestan picar a los cubanos.
—Él que está vestido de rojo contra el mal de ojo es el jefe—grita el líder de los terrícolas.
Pero Addidas Agepty no es un insecto cualquiera(es graduado con Título de Oro en el curso: Cómo burlarse de los que caminan en dos pies).
Esquiva con estilo diciéndole ¡Oleee! al primer hombre. El segundo lo sujeta por las alas, él simplemente se las quita y… (Los mosquitos del siglo veintiuno tienen seis alas).
Solo le queda uno, el cabecilla de sus enemigos. El mosquito acelera el vuelo, prepara su aguijón de veinticinco pulgadas. Su contrario trata de encender su aparato contra insectos indeseables; olvidando que el vende a contrabando, a cinco pesos el litro de insecticida y fumiga con humo, humo y humo.
Addidas Agepty sonríe; el jefe de los hombres no tiene con que defenderse. Su enemigo se coloca en posición de karate, el mosquito lo va a picar, lo va a picar y…choca con una muralla de huesos.
Y mientras permanece en el suelo, muriéndose, esperando que Yovuelomásquetu, el espíritu de la Muerte para todos los mosquitos venga a buscarlo, dice enojado:
—Sé me olvidó que los humanos tienen manos.