Nací en un país tropical. De hecho, ni siquiera conozco la nieve. Soy caraqueña, por eso jamás sentí ese frío que te congela los huesos y te quita las ganas de vivir. Sin embargo, sí he estado en lugares con bajas temperaturas: se me han roto los labios, y he dejado de sentir mis dedos.
Sé que cuando hace frío, nada reconforta más que un buen abrigo y un delicioso chocolate caliente. Pero siempre me he preguntado si en los países donde las calles son blancas y el cielo gris, la gente come helado (sería un total desperdicio que por culpa del clima, las personas no pudiesen aprovechar los beneficios de este alimento).
Quizá resulte una barbaridad pensar que el helado es saludable. Hay quienes, de hecho, lo evitan porque piensan que engordan. Ciertamente, es rico en grasa y azúcar, pero no por eso debemos “desterrarlo” de nuestra vida. Si lo comemos de forma controlada, podemos aprovechar sus beneficios; sobre todo si es casero o artesanal.
Comer helado nos alegra. Y este es, para mí, el beneficio más importante de todos; un beneficio que está científicamente comprobado. Según Jane Jakubczak, dietista de la Universidad de Maryland (Estados Unidos), las personas elegimos qué consumir dependiendo de cómo nos sintamos.
De acuerdo con su investigación, cuando estamos alegres preferimos comer un pedazo de carne o de pizza; cuando nos sentimos aburridos, unas papas fritas; y cuando estamos tristes, helados o galletas. Tal vez la razón de esto pueda estar en otro estudio, uno que asegura que los helados son efectivos para levantarnos el ánimo, ya que contienen triptófano, un aminoácido que nos calma y aumenta la producción de serotonina que, entre otras cosas, nos produce bienestar.
Este alimento, además, es rico en vitamina A, B, C, D y E. Y contiene minerales como el fósforo y el calcio, esenciales para la salud de nuestros huesos. Algunas investigaciones aseguran que ayuda a controlar la tensión arterial, y que es falso que perjudique la garganta.
El tema del helado ha dado pie para publicar diferentes libros. En España, por ejemplo, catedráticos de nutrición de la Universidad de Barcelona escribieron una obra llamada el Libro blanco de los helados. En ella aparecen reflejados aspectos relacionados con este alimento, y se explica cómo incluirlo, de manera creativa, en nuestra dieta diaria sin perjudicar la salud.
Según este texto, los helados contienen numerosos nutrientes, por lo que son perfectos para personas con falta de apetito. Además, señala que aquellos elaborados a base de leche, presentan un valor nutritivo importante debido a su alto contenido en proteínas. Un dato curioso que podemos encontrar en las páginas de este libro, es que algunos helados pueden tener, incluso, la misma cantidad de calcio que la que encontramos en un vaso de leche.
La obra también desmiente algunas concepciones con respecto a este alimento; y recalca la importancia de entender que no todos los helados son iguales. De igual forma, indica que el helado no puede ser visto como una simple golosina que engorda, no alimenta y produce caries.
La clave está en ingerirlo de manera controlada, sin exceder su consumo cada vez que vemos películas o nos despechamos. Si lo comemos de forma moderada, no ganaremos kilos extras ni alteraremos nuestros niveles de azúcar. ¿Qué esperas para abrir un pote de helado? Apuesto que tienes uno muerto de frío en tu congelador.