Seamos sinceras, a todas nos gustaría tener a nuestro lado un hombre como Noah, el protagonista de la película The Notebook. Cualquier mujer desearía poder vivir una historia como la que él tuvo con Allie, el amor de su vida. Y es que sin importar sus diferencias y sus continuas peleas, el sentimiento entre ambos era tan grande y verdadero que incluso fue capaz de burlarse de la demencia que ella sufrió durante la vejez; una demencia que no le impidió recordar y reconocer, por un instante, al dueño de su corazón. Sabemos que la mayoría de estas historias no son reales, lamentablemente en este tipo de películas hay más ficción que en Las Crónicas de Narnia, esa es su naturaleza. Sin embargo, al menos esta famosa cinta romántica es una hermosa excepción: estuvo inspirada en el amor que vivieron unos abuelos que sí existieron, y que estuvieron casados por más de 60 años.
Seguramente desconocías que detrás de tanto amor se esconde una triste y cruda realidad: ver estas películas resulta dañino para la salud. Según un estudio realizado por la Universidad de Michigan, eso de invertir un domingo viendo un maratón de películas románticas no es buena idea. Y aunque me he pasado la vida recomendándole este tipo de cintas a mi papá (porque estoy segura de que tanta sangre, acción y peleas podrían dañarle el cerebro), agradezco que no me haya hecho caso: entre su salud mental y la mía, la mía está en desventajada según esta investigación.
Al parecer, cuando vemos este tipo de películas, comenzamos a sentirnos frustrados. Podemos empezar a dudar del hombre que está a nuestro lado acariciando nuestro cabello, ¿será el indicado? Y es que estas cintas están cargadas de mensajes de amor alejados de los reales. En ellas se resalta, por ejemplo, la importancia de tener una pareja para ser feliz; lo que nos frustra si estamos solteros. También nos enseñan que lo “normal” son los “y vivieron felices para siempre”, haciendo especial hincapié en eso del “para siempre”. Y aunque en contadas ocasiones esto ocurre, digamos que no es lo más común (otro motivo para sentirnos un tanto fracasados).
Según esta investigación, cuando vemos escenas tan románticas como aquellas en la que los protagonistas se conocen como por obra del destino, nuestro sistema inmune se deteriora de forma sutil. En este sentido, nuestras defensas bajan porque comenzamos a crear ideas no del todo correctas sobre lo que realmente ocurre en nuestra vida real. Cuando nos damos cuenta de que no conocimos a nuestro amor de una manera extraordinaria, o que no nos hemos enamorados con “esa” intensidad, entramos en una depresión momentánea. Y al no cumplirse las expectativas que estas películas nos crean, es fácil frustrarse.
Por supuesto que estas cintas no nos afectan a todos por igual. De todas formas, no pienso dejarlas de ver porque me encantan, me hacen suspirar y me permiten creer en ese sentimiento tan maravilloso que mueve el mundo. No considero que sean dañinas, aunque evidentemente respeto el estudio que respalda esto. Pienso que lo que afecta es quedarse flotando entre las nubes, no volver a tierra, y dejar de tener claro que son historias llenas de fantasía aunque no aparezcan unicornios, castillos ni duendes. Sólo debemos evitar querer a toda costa que nuestra relación amorosa sea idéntica a alguna de las tantas reflejadas en las pantallas… ¿Lo podremos hacer?
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Erika De Paz Comunicadora social caraqueña egresada de la Universidad Católica Andrés Bello. Instructora de Pilates y practicante de yoga. Adora leer, escribir y pasar tiempo investigando sobre el bienestar. La salud, la buena alimentación, el deporte y la felicidad son sus temas favoritos, y los protagonistas de este blog. |
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