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Dicen que nada en exceso es bueno; sin embargo, siempre pensé que aplicarse crema, comer chocolate y enamorarse eran las excepciones. ¡Qué equivocada estaba!, al menos, en eso de usar hidratantes corporales y faciales en cantidades industriales.

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He probado todo tipo de cremas: reafirmantes, nutritivas, humectantes y exfoliantes. Adoro untarme con este producto cosmético de la cabeza a los pies, no importa la marca, tampoco el precio; de hecho, se ha comprobado que no siempre los más caros son los que nos brindan mejores resultados. Lamentablemente, este hábito considerado por mí como uno de los más saludables (y uno de mis favoritos, por cierto) resulta perjudicial cuando se hace de manera incorrecta.

Sabemos que las cremas son buenas para la piel, esto no es ninguna novedad: permiten humectar y suavizar nuestra epidermis, haciéndola lucir más joven, hermosa y radiante. Además, nos proporcionan diferentes vitaminas, ayudan a regenerar las células, y protegen la piel de la agresión que existe en el ambiente como la contaminación y el polvo. Al ser tantas sus propiedades, nos creemos con el derecho de poder abusar de estas lociones; sin embargo, si aplicamos cantidades excesivas sólo para consentirnos, podemos llegar a tapar los poros, promoviendo la aparición de granos y puntos negros.

Y es aquí donde la famosa frase: “de lo bueno, poco” cobra sentido. Esa idea que muchas tenemos de echarnos cantidades absurdamente exageradas de cremas, esperanzadas en que sólo de esta manera obtendremos mejores resultados a corto plazo, es totalmente falsa. Lo adecuado es aplicar la cantidad justa, la necesaria, y no caer en ese error que puede ser molesto (especialmente para aquellas que detestan andar por ahí cubiertas de crema como si fueran tortas) y perjudicial pues, entre otras cosas, puede provocar que la piel se sature, brille en exceso y, en algunos casos, se irrite.

Además, una porción exagerada de este producto de belleza ensucia y tapa los poros, como mencioné anteriormente, impidiendo que sus componentes lleguen al interior. Así que cada vez que caemos en la tentación de aplicarnos cremas de manera exagerada, evitamos obtener sus beneficios. Lo recomendable es colocarse poca y repetir el proceso hasta conseguir la cantidad adecuada.

No voy a desechar mis quinientas cremas, pero sí esa manía absurda de aplicármelas constantemente y en cantidades exorbitantes. Quizá mi piel pide a gritos un respiro, un descanso. Mientras tanto, seguiré comiendo chocolates y enamorándome como loca. Después de todo, hay que aprovechar que todavía quedan cosas que sí se pueden hacer en exceso, ¿no lo crees?

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Erika De Paz

Comunicadora social caraqueña egresada de la Universidad Católica Andrés Bello. Instructora de Pilates y practicante de yoga. Adora leer, escribir y pasar tiempo investigando sobre el bienestar. La salud, la buena alimentación, el deporte y la felicidad son sus temas favoritos, y los protagonistas de este blog.

 

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