Una amiga me dijo una vez que la vida era demasiado corta para aprender alemán. Estábamos conversando de lo difícil que era, y de mi frustración por no haberlo aprendido a la perfección. Dediqué trece años de mi vida estudiando en un colegio alemán, me esforcé muchísimo para asimilar este idioma. Invertí muchas horas de mi existencia memorizando artículos que debían acompañar sustantivos largos llenos de consonantes, y jamás entendí la gramática de esta lengua europea. Tampoco fue relevante tener raíces alemanas: cuando mi mamá me habla en ese idioma, soy la más cómoda de todas, prefiero contestarle en español.
Ahora no lo sé bien, el miedo a hacer el ridículo y ese perfeccionismo absurdo que llevo metido en el cuerpo me ha paralizado la mayoría de las ocasiones, evitando que lo practique más. Pero no puedo ser tan malagradecida con el alemán, aprenderlo entrenó mi cerebro. Y es que más allá de adquirir un nuevo conocimiento, cada vez que aprendemos un idioma, beneficiamos nuestra salud.
Las personas bilingües tienen una morfología del cerebro distinta. Su capacidad de concentración y atención es mayor que la del resto. Logran centrarse en las tareas más importantes, dejando a un lado cualquier distracción; y tienen una mente mucho más flexible. Al momento de aprender un vocabulario nuevo, las células cerebrales trabajan para aumentar la memoria, por lo que este órgano se mantiene en forma, mejorando las funciones cognitivas. De hecho, existen estudios que indican que aprender otro idioma puede retrasar el alzheimer, ya que esto es gimnasia pura para el cerebro, lo mantiene activo y evita que envejezca.
Por otra parte, facilita la resolución de problemas porque debemos desarrollar estrategias para asimilar el vocabulario y la gramática nueva, lo que convierte el cerebro más apto para solucionar otro tipo de problemas. También es beneficioso para aquellos que sufren al momento de tomar decisiones: saber otros idiomas permite tomar mejores y más rápidas decisiones.
Asimismo, se potencia la creatividad, pues para asociar frases y significados de una segunda lengua se necesita de un pensamiento consciente, donde influye la memoria, la planificación y la flexibilidad, componentes primordiales para el desarrollo de la creatividad. Y ayuda a regular las emociones negativas. Cuando las personas cambian de un idioma a otro, cambia también la manera de experimentar sus emociones. Quizá parezca absurdo pero, si nos sentimos mal, hablar en un idioma distinto al materno puede ayudarnos a sentir mejor, ya que éste es menos emocional.
Manejar otro idioma permite, además, que nuestro cerebro detecte mucho mejor los sonidos lingüísticos relevantes, y descarta aquellos que no lo son. Así que el sistema auditivo se vuelve mucho más eficiente. También nos ayuda a tener mayor confianza en nosotros mismos, abre nuestra mente y nos brinda nuevas oportunidades en el campo laboral y al momento de entablar relaciones personales. Es una herramienta importante para conocer las culturas y costumbres de otros países. Por último, tener acento es sexy. Aunque para muchos sea vergonzoso no hablar perfecto, hay quienes piensan que el acento nos convierte irresistibles y muy atractivos.
Aun cuando a temprana edad los beneficios de aprender un idioma nuevo son mayores, hacerlo a una edad avanzada también resulta favorable, pues mantiene activo el cerebro y aumenta nuestra capacidad intelectual. Sólo debemos dejar a un lado el miedo a sentirnos expuestos y quitarnos esas ganas enormes de esconder nuestro acento. La vida nunca es demasiado corta para aprender un idioma nuevo, no importa qué tan complicado sea. ¡Anímate!
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Erika De Paz Comunicadora social caraqueña egresada de la Universidad Católica Andrés Bello. Instructora de Pilates y practicante de yoga. Adora leer, escribir y pasar tiempo investigando sobre el bienestar. La salud, la buena alimentación, el deporte y la felicidad son sus temas favoritos, y los protagonistas de este blog.
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