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Muchos hablamos de manera exagerada, a veces hasta se nos olvida respirar mientras lo hacemos. Creo que es una de las cosas más fáciles de hacer: hablar sin pensar y de forma automática. Emitir un montón de palabras innecesarias, puede resultar muy sencillo, sobre todo para mí. Me incomodan los momentos vacíos y silenciosos, eternos y extremadamente incómodos. Soy de las que prefiere llenarlos con palabras ruidosas, dichas con la esperanza de aniquilar esos instantes de paz. Estoy clara: es uno de mis peores defectos, por eso lo trabajo a diario. Sé que algún día aprenderé a escuchar más y, con seguridad, a partir de ese momento hablaré menos.

Oír es diferente. Cuando oímos percibimos ruidos gracias a nuestro sistema auditivo, es algo completamente pasivo. Escuchar va más allá; en este proceso se involucra nuestro cerebro, utilizamos nuestro sistema cognitivo. Al escuchar razonamos, captamos e interpretamos el lenguaje; para escuchar debemos entender. Cuando aprendemos esta habilidad, nos beneficiamos enormemente.

Saber escuchar nos permite aprender del otro, de lo que nos cuenta. Cada vez que hablamos desaprovechamos una oportunidad que vale oro, y es que escuchar es una manera estupenda de adquirir conocimiento. También es una cualidad que todos buscamos en el otro, ¿quién no adora tener a alguien con quien desahogarse? Cuando escuchamos nos conectamos con la otra persona, y le regalamos un espacio donde no caben las críticas ni los prejuicios.

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Con esta poderosa habilidad podemos incluso llegar a persuadir, ya que logramos obtener argumentos que nos permiten debatir cualquier idea. Además, es uno de los remedios más efectivos para combatir la ansiedad. Cuando asumimos una información como cierta, ésta nos puede dar paz o generar angustia. Saber escuchar evita que tomemos decisiones incorrectas, pues contamos con la información adecuada.

Para aprender a escuchar es necesario evitar interrumpir. Muchos caemos en la tentación de terminar la frase del otro. Pero esto no sólo es grosero, sino que al hacerlo le negamos la oportunidad a la otra persona de expresar sus sentimientos. Debemos ser respetuosos y dejar a un lado ese egoísmo que sólo se transforma en un eterno monólogo. El lenguaje corporal también es importante para que el otro se sienta cómodo, así como el hecho de hacer contacto visual, tener una simple sonrisa y evitar juzgar. Es una buena idea realizar preguntas abiertas y generales que le permitan al individuo responder y expresar todo lo que desea y, por supuesto, dejar a un lado las distracciones.

Está comprobado que la mayoría de nosotros sólo escuchamos cerca de un 25% de lo que dicen los demás. Lamentablemente no nos interesa lo que nos dicen porque quizá tomamos una decisión antes de escuchar cualquier argumento, o estamos llenos de prejuicios y expectativas sobre lo que nos tienen que decir. Debemos escuchar con empatía, ponernos en los zapatos del otro, entendiendo que esto no significa que estemos de acuerdo con él.

La mayoría escuchamos para responder y no para comprender, ese el problema. Escuchar es todo un arte que se desarrolla con la práctica, y que nos permite conocernos entre nosotros. Esto que parece tan simple es la clave para que nuestras relaciones sean exitosas. Debemos darle el lugar al otro, permitirle que se exprese libremente. Aprende a escuchar, y déjate sorprender por las maravillas que esconde este acto tan mágico, poderoso, y muchas veces olvidado por nosotros.

 

 

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