Suelo ser muy acelerada; la paciencia no es mi fuerte. Pero estoy consciente de esto, trato de trabajarla a diario; de hecho, es una de las razones por las que llevo practicando yoga desde hace seis años. No sé si con el pasar del tiempo he logrado calmarme (todavía soy de las que se come el postre antes del almuerzo), pero sí sé que vivir de manera apurada es muy agotador. Lo cierto es que no soy la única persona en el mundo impaciente; en la actualidad, millones lo somos. La paciencia parece estar en extinción.
Todos queremos ver resultados a corto plazos y, en vez de disfrutar el camino que debemos transcurrir para llegar al anhelado lugar, nos enfocamos únicamente en el sitio al que queremos llegar, nuestra meta. En eso se nos pasa la vida: preocupados por el después olvidamos el ahora. Aun cuando la mayoría de las personas son impacientes, diariamente suelo toparme con algunas excepciones: individuos que creen que el tiempo es eterno, y que nada en el mundo puede perturbarles esa paz infinita que emanan por los poros. Bien por ellos, envejecerán más lento que yo.
La impaciencia no sólo puede volvernos ansiosos, se ha comprobado que también envejece. Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad Nacional de Singapur, de la Universidad de California en Berkeley y de la Universidad Estatal de Pensilvania, las personas impacientes envejecen más rápidamente. Esto se evidencia en sus telómeros (los extremos de los cromosomas, responsables de proteger a los cromosomas de los daños a las células), los cuales son mucho más cortos que los de las personas calmadas.
La longitud de los telómeros supone la clave de la longevidad, pues estos “predicen” la esperanza de vida de un individuo. En este sentido, tener telómeros más cortos a cualquier edad se relaciona con un mayor riesgo de muerte. Con el pasar de los años estos se van acortando; incluso, se descomponen. El estudio reveló que las personas impacientes tenían telómeros más cortos que las serenas. Así pues, se descubrió que esta característica, tan común en los seres humanos, nos hace envejecer rápidamente. Sin embargo, es importante señalar que esta relación apareció de forma más consistente en mujeres que en hombres.
En todo caso, desarrollar la paciencia parece ser una excelente opción para mantenernos jóvenes por mucho más tiempo. Y una manera de trabajarla es afrontando cada día los problemas que se nos presentan, sin ellos sería imposible poner en práctica la paciencia. También es fundamental aprender a mandar sobre nuestros pensamientos, y ser más tolerantes. Con la paciencia podemos alcanzar la paz interna que tanto deseamos, una paz en la que no caben perturbaciones. De esta manera, pensar en lo bueno será más sencillo, y aprender a disfrutar las cosas simples de la vida se convertirá en el mejor de nuestros hábitos.
Debemos eliminar esa costumbre absurda de querer vivir en el futuro, un futuro que ni si quiera conocemos. Si vivimos el momento y aprovechamos el presente, con seguridad reduciremos nuestros niveles de impaciencia. Sólo así podremos aquietar nuestra mente y aprenderemos a esperar, lo que nos impedirá caer en la tentación de adelantarnos a los sucesos. Respira profundo y cuenta, si es necesario, hasta mil.
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