Ese día estaba parada con los ojos cerrados, visualizándome en un consultorio odontológico. Las palabras de mi papá me guiaban, y mi imaginación hacía de las suyas, poniéndole colores, sonidos y olores a las escenas que aparecían en mi cabeza. Me desesperaba mantener los párpados pegados por tanto tiempo, pero aún así quise probar esta técnica para eliminar mi miedo absurdo al dentista.
Cada vez que nos vemos, mi papá quiere reprogramar mi cerebro. No importa que le recuerde que soy su hija, que no puede tratarme como a un cliente. Hace un tiempo, comenzó a estudiar algo con lo que se obsesionó completamente. Ahora es su nueva diversión; una que quiere compartir con el resto del mundo. No se dedica a esto profesionalmente, pero le apasiona. Y aunque tiene muchos detractores, hay que admitir que es interesante: la programación neurolingüística (PNL).
Creada por Richard Bandler y John Grinder en Estados Unidos, hace casi cinco décadas, la PNL es un conjunto de modelos y técnicas que permiten transformar nuestros pensamientos, sentimientos y conductas para lograr ser personas más positivas, y tener una mayor confianza en nosotros mismos. No sigue ninguna corriente psicológica, no es una teoría. En principio fue muy utilizada por psicoterapeutas, pero en la actualidad se aplica en muchas otras áreas, entre las que están las ventas, la medicina y la educación.
Un practicante de la PNL no hace psicoterapia, éste solo guía y le explica a la persona cómo utilizar los modelos y sus representaciones sensoriales para que pueda desempeñarse de una mejor manera en su día a día. Aquí no existen pacientes, quienes recurren a ella son clientes. Esta pseudociencia pretende reprogramar nuestras creencias, a través de recursos como la visualización, el rapport (generar un ambiente de confianza mutua para establecer una comunicación donde no existan juicios) y la utilización de metamodelos (hablar de manera específica sin hacer, por ejemplo, generalizaciones).
A través de este modelo de comunicación, podemos resolver muchos de nuestros problemas a corto plazo, y lograr cambios internos que perduren en el tiempo. Esto que muchos llaman “software para el cerebro” ofrece técnicas para tratar, entre otras cosas, las fobias, los resfriados, la depresión, el miedo escénico y las adicciones. Lo interesante de la PNL es que se puede trabajar perfectamente sin manejar el contenido: la persona capacitada en aplicarla no debe conocer necesariamente el problema que tiene su cliente; si éste no quiere ventilarlo, no tiene que hacerlo.
La PNL sostiene que todas las personas se comportan de acuerdo a las interpretaciones que tienen del mundo, y no de cómo es el mundo en sí. Todos sus pensamientos, emociones y acciones son consecuencia de sus programas mentales (instalados a lo largo de su vida), los cuales se pueden modificar y reemplazar. La PNL ayuda a que seamos conscientes de estos programas, y nos permite sustituir aquellos que no nos sirven por unos más útiles para nuestra vida.
Son muchos los que creen fielmente en la PNL: aseguran que es una tecnología poderosa. Si recordamos que nos permite conseguir nuevas rutas mentales para mejorar como seres humanos y para aprender a dirigir nuestra mente (y no que ésta nos dirija a nosotros), vale la pena, al menos, leer un poco sobre esto. Quizá nos ayude a resolver uno que otro conflicto interno; quizá hasta sea milagrosa.
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Erika De Paz Comunicadora social caraqueña egresada de la Universidad Católica Andrés Bello. Instructora de Pilates y practicante de yoga. Adora leer, escribir y pasar tiempo investigando sobre el bienestar. La salud, la buena alimentación, el deporte y la felicidad son sus temas favoritos, y los protagonistas de este blog.
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