¡Cariño mío! Hace tanto y a la vez tan poco que te has ido, me dejaste o simplemente partiste pero sigo en la misma mesa con la misma pluma y con el mismo papel escribiéndote la misma carta que llevo años sin poder terminar, cuando la termine sabré que el final está por llegar.
No quiero despedirme como tú lo hiciste, sigo buscando las palabras perfectas porque perfecta fuiste pero imperfecta fue tu manera de irte. Sentado estoy contemplando la silla vacía de la mesa que fue testigo de las mil conversaciones que tuvimos, de las dos peleas que creímos no superar y de los “Te amo” que nunca creímos decir.
La gente murmulla que soy el raro del vecindario, me ven hablando solo pero es que aún no pierdo la fe de tu regreso, siento que me escuchas y que éste es un mal sueño. Pienso que despertaré y te miraré a lado mío con el cabello enredado, sin sostén y a medio bostezar por las horas tempranas que acostumbrábamos a despertar.
¡Amada mía! Dime que volverás o que al menos yo llegaré contigo a una edad temprana, una edad en donde pueda seguir recordando cada mínimo detalle de tu persona, una edad en donde cierre los ojos y pueda sentir como me hacías el amor, una edad donde te siga recordando porque ya empecé a olvidarme de mí.
Los paseos los hago en días lluviosos porque me recuerda a nuestro “beso de novela” donde debajo del agua me dijiste que me querías y me amabas. Esos días me hacen pensar en los comentarios que me hacías pero no prestaba atención por estar enfocado en tú mirada. Me decías “Los días nublados son los mejores, te hacen observar la belleza desde otro punto de vista” ahora lo entiendo pero sigo definiendo a la belleza como mi amada Karla.
Aprendiste a correr cuando yo apenas estaba caminando, viviste al límite y aun así siento que la vida te quito mucho, fue injusta por arrebatarme lo que más amo pero fue una bandida por no darte el privilegio de crecer. Te fuiste a tus 18 años, envuelta de conflictos con tu familia, sin nadie que apreciara tu verdadero ser, te enfrentaste al mundo tú solita y lleno de orgullo es que estoy.
Jamás podré explicar el sentimiento que me surgió cuando conversamos por última vez, tú con pretendiente nuevo y yo de luto desde antes que fallecieras, alivio sintió mi corazón por hablarte pero a la vez se desgarró, entendió por fin que debía dejarte ir. No es un sueño, en verdad emprendiste el vuelo con dirección al paraíso y en mis rezos estás para que disfrutes de las mieles del conocimiento absoluto.
Si esta es mi condena, espero sea seriamente considerada la posibilidad de al fin librarme de ella, considero que mi pago llegó con lágrimas y desvelos que me torturan de lunes a domingo.
Volví a conseguir algo que prometí lograrlo cuando estuvieras conmigo, saqué un nuevo libro, ya son cinco, los cambiaría por una tarde de nuevo a tu lado y por poder ver tu sonrisa resplandecer a la luna.
Si así debo vivir, prefiero renunciar a la vida misma porque la has guiado contigo, yo seguiré hablándole a la silla vacía, seguiré tomando de la mano al aire y besando al viento, alguno de los dos se cansará y si soy yo, descansaré por fin en paz a tu lado.