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Se dice que tenemos tres cosas aseguradas en la vida, el tiempo, la muerte y el amor. Todas tienen su valía pero definitivamente creo que el ser humano en esencia no sabe cómo vivir, se preocupa tanto por una que pierde de vista las otras dos.

El que ansía la muerte deja de amar sin sentir el tiempo pasar, aquel que ama perdidamente no percibe los minutos que van marchando y no entiende que la muerte puede llegar y por último, la persona que trata de detener el tiempo, muere en el intento y muere sin amor.

Ayer me dormí con la mano metida en mi almohada, el sonido de mi reloj era lo único que se escuchaba, era increíble que en medio de una habitación silenciosa, sólo se escuchara el palpitar de mi corazón y el “Tic tac” generado por las manecillas de la evolución de mí clepsidra. Entendí el valor de la afonía que representa la madrugada, recordé que el movimiento de las horas pasa de inmediato y que un simple descansar representa la resta de ocho horas de la cuenta total que se te brinda para vivir.

No se trata de vivir por vivir, no se trata de simplemente morir, ni siquiera se trata de amar por amar, creo firmemente que mi reloj me estaba diciendo que debía sentir el peso del tiempo comprendiendo que el hoy es lo único que tengo, el ayer pasó y el mañana es una especulación, presente es lo que poseo, presente es lo que llamamos a un regalo, presente es el mejor obsequio que me pudieron dar pero existir amando es un plus para que cuando la muerte llegue, pueda irme tranquilo, sereno, contento por haber recorrido mi camino sin mirar el reloj, sin derrochar amor a lo tonto y sin sentir miedo por el final del camino.

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