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“No te rindas” es lo que me decía una y otra vez mientras en su mirada veía que ella estaba a punto de rendirse “Tu puedes” es lo que escuchaba después de ver que apretaba las manos “No caigas, si tu caes, todos caemos” su voz acariciaba mi alma y sus manos poco a poco dejaron de tener fuerza.

No mentiré, me dolía hablar con ella, no podía dejarme caer aunque ya sentía que estaba en el suelo y es que más bajo no podía caer, si hay algo después de esto es la muerte y ella misma me persigue, la veo en sueños, la siento en la casa, veo su reflejo en cada ventana; ella está ahí recordándome que seguramente hay un mejor vivir después de la propia vida conocida. Temo y no es por mí ni por morir, temo por hacer sentir lo que he visto que la muerte hace sentir.

Una vida con miedos es una vida como cualquier otra, en este camino llamado incertidumbre siempre estará repleta de valientes y cobardes que se quedan en el camino y aunque unos se orillan, otros se quedan sin moverse, únicamente estorban y hacen que dudes, hacen que no quieras llegar a la meta sin importar que tan capaz eres de hacerlo y lo más terrible, es que logran poner en duda tu voluntad, talento y decisión.

Aunque a veces el trayecto se vuelve oscuro, la luz por muy mínima que sea, se logra apreciar y es por eso que no quiero que ella me vea así, tengo miedo a apagar la poca luz que tengo, la que ella representa con cada “No te rindas”.

Escrito dedicado a Mireya Sayuri ¡Feliz Cumpleaños!

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