¿Puede haber alguna razón lógica para cortar los billetes por la mitad? Y, más aún, ¿existe alguien que reciba con agrado esos billetes mutilados como medio de pago para las transacciones comerciales?
Aunque el sentido común diría que la respuesta para ambas preguntas es “No”, la experiencia reciente de una región canadiense revela algo distinto. La zona en cuestión es Gaspé, en la provincia francófona de Quebec en Canadá. Según informa la red estatal canadiense de noticias CBC, desde la primavera pasada han empezado a circular ampliamente en esa comarca billetes de 5, 10 y 20 dólares canadienses, partidos por la mitad. Los llaman los “demi”.
Como si fuera poco, parece que hay muchos comerciantes locales que los aceptan gustosos, por la mitad de su valor nominal.
La razón para mutilarlos: como los billetes no serían aceptados en ninguna otra parte de Canadá, es una forma de hacer que el dinero se quede ahí, en la región, alimentando a los negocios locales.
“Es una moneda que solo va a circular entre estos usuarios”, le dijo a CBC Patrick DuBois, quien utiliza los demi.
Una práctica legal
Por extraña que parezca la práctica, no está violando ninguna ley canadiense. Eso le aseguró a los medios Josianne Ménard, una vocera del banco central canadiense.
Pero aclaró que la práctica no era aconsejable y en realidad no era apropiado mutilar billetes a los que definió como “símbolo y fuente de orgullo nacional”.
Además, la política oficial del Banco de Canadá es que puede negarse a reembolsar a miembros del público que lleven esos billetes a sus oficinas para cambiarlos por “buenos”, si resulta evidente que han sido mutilados de manera sistemática.
La decisión de los pobladores de la región canadiense de Gaspé puede ir en contra una de las funciones básicas de la mayoría de los gobiernos nacionales en todo el mundo: el monopolio de la expedición y regulación de la moneda.
Emitir billetes es una manifestación de poder y los gobiernos no suelen ceder de buena gana ese poder.
Por supuesto, una de las grandes controversias de la economía global contemporánea radica en la decisión de los gobiernos nacionales de la eurozona de entregar ese privilegio a una entidad supranacional: la Unión Europea.
También es inusual que los gobiernos nacionales toleren que autoridades regionales o locales expidan su propio papel moneda.
En la crisis argentina que aquejó a Argentina en 2001-2002, ante la iliquidez del gobierno central, algunas provincias emitieron bonos que circulaban como monedas paralelas o “cuasimonedas”, con nombres como el “patacón” en Buenos Aires y el “quebracho” en Chaco. Llegaron a pagar parte de los salarios de empleados estatales con esos instrumentos. En el caso canadiense, sin embargo, no se trata de una nueva moneda, sino de una alteración física a la moneda oficial para que el dinero no se vaya a los grandes centros nacionales. Antecedentes
Y no son gobiernos locales, sino parte del público, el que está detrás de la práctica. Nuevamente, hay algunos antecedentes en otras partes de América del Norte para el funcionamiento informal de estas “monedas” de origen comunitario.
En la región rural de Berkshires, en el estado de Massachussetts, del noreste de Estados Unidos, ha circulado una conocida como los “Berkshares”.
Los comerciantes de esa zona de Quebec no querían que el dinero se fuera a otras partes de Canadá. Y en Ithaca, localidad con alta población universitaria del norte del estado de Nueva York, algunos comercian con “Ithaca hours”, otro ejemplo de “divisa” hiperlocal. Por supuesto, la existencia de estos instrumentos depende de la confianza y la disposición a aceptarlos por parte de individuos privados.
Tal vez los comerciantes de Quebec sigan pensando en el futuro que es una buena idea recibir los “demis”.
De otro modo, quedarán pocas alternativas para sus usuarios, distintas a la de recurrir a la cinta pegante para intentar reconvertirlos en dólares canadienses.
Fuente BBC