Los canadienses acuden a las urnas el próximo lunes con la posibilidad de cambiar de política y elegir en la Cámara de los Comunes a los liberales o a los socialdemócratas o, por el contrario, de mantener la línea y elegir de nuevo al Primer ministro conservador Stephen Harper.
Al frente del país desde hace poco más de nueve años, Harper, de 56 años, aspira a un cuarto mandato y para ello cuenta con su base conservadora del oeste del país y en el cinturón de Toronto, la cuarta metrópoli de América del Norte.
Ante este virtuoso de la política, impasible ante los ataques y habituado a los combates políticos, los canadienses podrían inclinarse por el jefe del partido Liberal (centro) Justin Trudeau, hijo del ex primer ministro Pierre Elliott Trudeau, presentado a menudo como uno de los padres del Canadá moderno.
A comienzos de la campaña a principios de agosto, Thomas Mulcair -el tercer hombre en la carrera y jefe del Nuevo Partido Democrático (NPD, izquierda)- se presentó como favorito. Pero su posición ambigua sobre la delicada cuestión de que las mujeres musulmanas lleven velo integral durante el juramento de ciudadanía le hizo perder pie, especialmente en sus bastiones de Quebec.
Sin embargo este abogado de formación, de 60 años, excelente orador y perfectamente bilingüe, todavía cree en la victoria de su partido, que está sólidamente instalado en el panorama político desde las últimas elecciones legislativas de 2011 donde arrasó en Quebec en detrimento del bloque independentista de la región.
“Por primera vez en Canadá es una carrera de tres” en las legislativas, dijo hace algunos días a sus partidarios.
“Son unas elecciones apretadas”, convino por su parte el jueves Stephen Harper.
Aunque los tres partidos se mantienen a la par en los sondeos a una semana del escrutinio, la carrera parece inclinarse a favor de los liberales. Estos últimos han ganado cinco puntos en una semana y, con un 35 a 37% de las intenciones de voto, podrían formar un gobierno minoritario si las cifras se concretan el lunes en las urnas.
Los conservadores siguen sólidos, pero el desgaste del poder y una economía debilitada podrían alcanzar a Harper, a quien le resulta difícil sobrepasar el 31% de las intenciones de voto.
En este contexto, el líder de los conservadores endureció su campaña atracando directamente a Trudeau que, a sus 43 años, ha sido tradicionalmente el más belicoso de los candidatos en los debates electorales, centrados principalmente en la economía, la imagen de Canadá en el mundo y el medio ambiente.
La situación económica difícil, con la caída de la cotización del petróleo, podría ser determinante el día de las elecciones.
En cuanto a la política extranjera, la crisis de los inmigrantes en el Mediterráneo rebotó hasta Ottawa donde al gobierno conservador, acusado de falta de compasión y de una respuesta tímida, le pillaron desprevenido las promesas de Trudeau y de Mulcair de recibir un gran numero de refugiados sirios.
Harper cree que es necesario combatir el origen de la crisis de los refugiados y continuar, en el seno de la coalición internacional, con los ataques contra el grupo yihadista Estado Islámico en Irak y en Siria. Mulcair promete la retirada de los soldados canadienses en caso de Victoria, y Trudeau prefiere interrumpir los ataques aéreos pero mantener a los militares en una misión de asistencia y consejo.
En el contexto de esta carrera de tres, los otros dos partidos canadienses representados en la Cámara -los verdes de Elizabeth May y los independentistas del Bloque de Quebec de Gilles Duceppe- podrían experimentar verdaderas dificultades para resistir ante un voto útil encaminado a sancionar a un gobierno instaurado desde 2006.
Pero el reajuste electoral para estas legislativas, con 30 circunscripciones más que en 2011 y un total de 338 diputados que elegir, deja espacio para todas las sorpresas.
Cerca de 26,4 millones de electores están llamados a votar el lunes en un escrutinio mayoritario uninominal de una vuelta.