El titular más leído en la última semana ha sido la explosión demográfica de hispanos en los Estados Unidos. Crecieron un 43% a nivel nacional en la última década. Para pocos quizá fue sorpresa. No obstante, debemos comprender algo: los números por sí solos, no garantizan nada. Sin organización ni participación seguirán siendo no más que eso, una estadística.
De acuerdo a cifras actuales, sin ni siquiera tomar en cuenta las dadas a conocer la semana pasada por el Censo 2010, existen al menos 30 distritos del Congreso federal en los cuales los hispanos son mayoría aunque eso no significa que sean representados por hispanos. Ocho estados tendrán mayor número de asientos en la Casa de Representantes a partir de la elección del 2012 gracias al crecimiento poblacional hispano.
En estados como Texas y Nevada donde los latinos crecieron 41.8% y 81.9%, el crecimiento se traducirá en 4 y 1 curules federales más respectivamente. Sería entonces lógico y natural que los beneficios de representación se vean reflejados en los nuevos distritos. Se enfatiza sería porque eso no se dará así de fácil. Se necesitará luchar y hasta ir a las cortes para lograrlo.
Más de alguno ha dicho lo obvio: que no todos los hispanos son votantes. A esos habría que recordarles que sin estos nuevos habitantes, estos estados tampoco estarían en condición de recibir más ayuda federal ni incrementar su poderío de representación en Washington.
Por otro lado, en contraste con la tendencia desde la década de los 60s donde el crecimiento hispano se debía en mayor medida a la inmigración, en la década pasada por primera vez el mayor crecimiento dentro de este grupo étnico fue a causa de personas nacidas en este país, es decir ciudadanos que en el corto plazo estarán listos para votar. De hecho, uno de cada cuatros niños en los Estados Unidos es hispano.
Eso precisamente no deja de inquietar a mentes partidistas, particularmente republicanas, que se oponen a ayudar la causa hispana porque los latinos tienden mayoritariamente a registrarse demócratas. Sobre ese argumento hay varios puntos. A la hora de hacer inversiones sociales basadas en los números del Censo, la ley obliga a tomar en cuenta las estadísticas no así las alianzas políticas de los habitantes de la región. Así, un senador republicano de Texas o Nevada podrá aún atribuirse el mérito de traer más fondos a su estado, gracias a esos nuevos habitantes que aparentemente le perjudican.
Segundo, la mejor prueba que los hispanos pueden cambiar su voto a la hora de ir a las urnas es la elección presidencial del 2004. El senador demócrata John Kerry creyó que los hispanos estaban en su bolsa y se olvidó de solicitarles su voto. En cambio, el ex presidente republicano George W. Bush supo conectar con los hispanos y apelar a su lado religioso logrando un histórico 44% de votos latinos.
Para las siguientes elecciones presidenciales, las del 2012, 2016 y 2018, los cuatro estados (California, Florida, Nueva York y Texas), con las poblaciones hispanas más numerosas de la nación contarán con 143 votos electorales, más de la mitad de los 270 votos necesarios para ser presidente.
¿Qué quiere decir eso? Que cualquier republicano o demócrata que entienda culturalmente al hispano puede lograr la empatía de esa creciente y poderosa masa electoral. Obviamente, con ataques como los del Tea Party difícilmente un partido tiene futuro entre los hispanos. Seguir proponiendo medidas anti-inmigrantes generará réditos políticos en las siguientes dos elecciones, ¿de ahí qué? Simplemente, desgastarán la marca del partido y crearán animosidad entre la creciente base hispana aunque logren puntos con la decadente base xenofóbica.
Por parte de los hispanos, sólo queda seguir trabajando fuerte e incansablemente en campañas de ciudadanía, registración y concientización de votantes. Involucrarse de lleno en el proceso de creación de los nuevos distritos en los siguientes 6 meses (“redistricting”). Mejorar la capacidad de movilización y asegurarse que cuando un candidato atente contra los intereses del colectivo, cobrarle la factura el próximo noviembre. En muchas instancias, no sé si será la mayoría de votantes pero con el 5, 6, 9 ó 12% que sea en esa elección, se podrá alterar el resultado a favor de esa minoría.
Luis E Montes
Escritor
AOL Noticias