Todos los años ocurre lo mismo. Llega Enero, mis padres piden vacaciones y sacan dinero del banco. ¿Por qué lo hacen? Sin importarles que estamos en cuarentena, quieren celebrar mi llegada a este mundo y demostrar a sus vecinos que el Covid 19 no afecto nuestra cuenta bancaria, aunque después tengamos que comer puré de mentiras sin sal.
En el primer mes del año cuando mis pesadillas se hacen realidad descubro que la Magia existe. No fue inventada para vaciar mágicamente las billeteras de las personas. ¡La Magia existe! Mi familia solo tiene ojos para mí, y es raro. Siempre están peleando y fingen llevarse bien al venir Tío Aparicio del extranjero con muchos paquetes.
Para no aburrirlos. Primo Manolo confecciona las invitaciones en computadora. Cuando cobra te deja la cartera con un hueco más grande que la capa de ozono. Muchas veces lo hemos regañado por su ambición, él siempre contesta:
Sí fío, pierdo lo mío.
Si presto, al cobrar molesto
Y para evitar todo esto.
Lo mío primero.
Papá dice que no puede sacar más nada de la fábrica sin permiso del jefe. Mamá invita a los trabajadores de RLL (Radio Lengua Larga) quienes informan a todas las orejas del mundo si la fiesta sale bien o mal.
Soy obligado a buscarme una novia para el día esperado por todos. Si tiene Corona Virus o tengo que alquilarla, no hay problema, pero tiene que aparecer.
El almanaque grita: “24 de Enero” y… comienza la fiesta. La música es molesta para los que tienen edad de momia y usan formol para conservarse. Algunas personas se quejan del tamaño de las cajitas de comida, elaboradas por Pulgarcita S.A, el payaso le pinta monerías a las botellas de cerveza cristal y los amigos de mis padres, vecinos y demás adultos beben, bailan y se comen los caramelos de la piñata.
Yo no me atrevo a desobedecer las órdenes de los mayores que siempre son: “Siéntate. No te muevas”. Pero día a día, hora a hora me pregunto: ¿Por qué nos roban nuestras fiestas?