Me gusta creer. No lo hago por ingenua, es algo que tiene que ver con una decisión personal: decido hacerlo a diario porque me hace feliz. Creo en Dios, en los santos y las vírgenes. Creo en las pitonisas, los duendes y las hadas. También, en los que echan las cartas, en los ángeles, los milagros y las personas. Creo en todo lo que veo y lo que no veo; lo que toco y lo que no toco. Esto que para mí es fe, me acompaña hasta cuando duermo, momento en el que adoro que los sueños invadan mi cabeza para luego poder descifrar lo que el destino me depara. Yo creo en los sueños.
Todos tenemos la cualidad asombrosa de poder soñar mientras dormimos, aunque a veces olvidemos lo que soñamos. Cada vez que lo hacemos, utilizamos información que se encuentra acumulada en el mismo lugar donde almacenamos nuestros recuerdos. Pero, más allá del esoterismo que pueda haber al sentirnos motivados en buscar el significado oculto de un sueño determinado, soñar tiene asombrosos beneficios para nuestro cerebro, y diversas investigaciones así demuestran.
Los seres humanos pasamos un tercio de la vida durmiendo, y cada vez que realizamos esta actividad, soñamos. Este acto involuntario ayuda a consolidar la memoria y el aprendizaje. Los sueños son recursos que utiliza nuestra mente para integrar nueva información. Cuando soñamos, y estamos concretamente en la fase REM del sueño, las sustancias químicas que generan el estrés dejan de producirse. En este momento, el cerebro procesa los recuerdos emocionales del día y suaviza las experiencias dolorosas, tal y como aparece reflejado en un estudio de la Universidad de California en Berkeley. En este sentido, se pudiera afirmar que soñar borra el dolor.
Por otra parte, existe una teoría denominada La teoría de la estimulación de amenazas de Antti Revonsuo que señala que los sueños nos preparan para afrontar escenarios desagradables en nuestra vida real. Cada vez que soñamos con eventos dolorosos, nuestra psique se prepara para sobreponerse de una mejor manera ante cualquier problema que se nos presente, ya que se familiariza con las sensaciones producidas por estos escenarios. Así pues, soñar sirve para prepararnos a aceptar cambios y a tomar decisiones complejas. Los sueños también son liberadores, pues nos permiten expresar nuestros deseos reprimidos y comunicar todo aquello que la mente consciente no acepta. Por eso, soñar es altamente terapéutico.
Siempre se habla de soñar despiertos, pero poco se menciona sobre la importancia de hacerlo estando dormidos. Los estudios apuntan que nuestro cerebro necesita de los sueños para que funcione correctamente. Sin embargo, a mí me gusta pensar que sirven para predecir nuestro futuro, aunque esto no esté comprobado científicamente. En todo caso, la mayoría de nuestros sueños no sólo son incoherentes y extraños, sino necesarios; y constituyen una herramienta psíquica mágica y asombrosa que permite traspasar la barrera que existe entre el consciente y el inconsciente.
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Erika De Paz Comunicadora social caraqueña egresada de la Universidad Católica Andrés Bello. Instructora de Pilates y practicante de yoga. Adora leer, escribir y pasar tiempo investigando sobre el bienestar. La salud, la buena alimentación, el deporte y la felicidad son sus temas favoritos, y los protagonistas de este blog. |
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