El Gobierno trabaja para acoger a medio millón de personas en el país que, pionero en adoptar el multiculturalismo como política de Estado.
Desde su origen hace 150 años, Canadá ha sido siempre un país de inmigrantes. Los primeros en llegar fueron los colonos llegados desde Francia y Gran Bretaña y, hasta el día de hoy, el flujo de personas ha sido constante, exceptuando el periodo de la Gran Depresión provocado por el crac del 29 y de las Guerras Mundiales.
Actualmente, más del 20% de la población canadiense ha nacido en el extranjero, según datos de la Embajada de Canadá en España, el índice más alto de todo el mundo, duplicando el de Estados Unidos incluso si se tienen en cuenta los inmigrantes indocumentados. Este es un fenómeno que, acompañado de la voluntad política del Gobierno, ha generado una cultura de aceptación de la inmigración.
Un informe publicado por el The Environics Institute de Toronto, especializado en el estudio de la opinión pública, sugiere que el 82% de los canadienses consideran que la inmigración influye favorablemente en la economía nacional. Mientras, el multiculturalismo es uno de los principales símbolos identitarios por encima, incluso, del hockey, el deporte nacional por excelencia.
Para este año, Canadá se ha propuesto superar todos sus récords y duplicar prácticamente, el número de inmigrantes que arriban anualmente en el país. Si en 2016 llegaron en torno a 300.000 personas, para los próximos años el Ejecutivo de Justin Trudeau aspira a alcanzar el medio millón. “Esto sienta las bases para el futuro”, dijo el Ministro de Inmigración, John McCallum, después de anunciar las intenciones de su Gobierno.
El multiculturalismo: clave para la integración
En 1971 Canadá tomó una decisión pionera en el mundo: fue el primer país en adoptar el multiculturalismo como política de Estado. Su impulsor fue el entonces primer ministro, Pierre Trudeau, padre del actual mandatario canadiense.
“Los inmigrantes se han adaptado muy bien, lo que asimismo ha permitido la buena valoración que la sociedad tiene de ellos”, explica Enrique Fanjul, economista y exconsejero comercial de la Embajada de España en Ottawa. “Canadá acepta el multiculturalismo sometido a unos principios básicos que son incuestionables”, como la democracia y la tolerancia, a partir de ahí, “no se obliga a nadie a renunciar a su identidad de origen para sustituirla por la canadiense”, afirma. Por ejemplo: la Real Policía Montada de Canadá permite a las agentes musulmanes usar hiyab.
“Contar con una población tan diversa es una palanca de enorme utilidad para desarrollar negocios con los países de origen de los inmigrantes”, recalca Fanjul. “Canadá es un país que necesita a la inmigración”.
El impacto de la inmigración
En noviembre de 2015 comenzó el mandato de Trudeau como primer ministro de Canadá. Como es habitual, el gobernador general, David Johnston, pronunció el habitual “Discurso del Trono” que da el pistoletazo de salida a la legislatura. En su mensaje destacó la diversidad como la fuerza del país: “Los canadienses han elegido un gobierno para unirnos, no para enfrentarnos entre nosotros. Canadá es fuerte debido a nuestras diferencias, no a pesar de ellas”.
Esta idea es un síntoma más de lo que los canadienses piensan de la inmigración y de su impacto positivo para la sociedad y la economía. Para John Shields, profesor del Departamento de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Ryerson en Toronto, los inmigrantes son necesarios “para el crecimiento de la población y para evitar la contracción del mercado de trabajo”, un problema sustancial teniendo en cuenta el envejecimiento de la población canadiense y la despoblación de las zonas rurales.
La característica más singular de los inmigrantes que llegan a Canadá es que, de media, tienen una educación y una cualificación profesional más elevada que la de los propios lugareños, aunque Shields advierte de que “a los recién llegados también les resulta difícil establecerse en el mercado de trabajo y sus habilidades a menudo son desaprovechadas”.
Además, según datos oficiales del Gobierno de Canadá, los inmigrantes pagan más impuestos que los canadienses, lo que favorece su reputación como personas indispensables para el desarrollo y la prosperidad del país.
Sistema de evalución por puntos
El sistema de inmigración de Canadá está valorado como uno de los más eficaces del mundo porque es “despiadadamente racional, razón por la cual Canadá reclama a la población migrante más próspera y exitosa del mundo”, según ha asegurado Jonathan Tepperman, editor de la publicación del Council on Foreign Relations, un think tank de política internacional, en un artículo en The New York Times.
“Hay tres clases amplias de inmigrantes: entre el 60 y el 65% de los inmigrantes son de clase económica, otro 25 a 30% son de clase familiar(están relacionados con inmigrantes que ya viven en Canadá) y 10-15% son de clase humanitaria (refugiados y solicitantes de asilo)”, aclara John Shields, el experto de la Universidad Ryerson.
En 2014, el Gobierno canadiense implementó un sistema por puntos no discriminatorio en tanto que no entra a valorar el país de procedencia, la etnia, o la cultura de origen del inmigrante. Esencialmente, se evalúa la experiencia laboral del candidato (indispensable tener un año de experiencia como mínimo), hablar inglés o francés, y la educación.
También se valora la edad del solicitante de residencia, siendo el rango de 18 a 35 años el que mejor pondera. Del mismo modo, aunque no es un criterio indispensable, es conveniente contar con un contrato laboral previamente concertado con alguna empresa de Canadá o haber estudiado o trabajado anteriormente en el país.
En los últimos meses, sin embargo, el flujo constante de solicitantes de asilo a Canadá desde EEUU temerosos de las políticas de la Administración Trump está sometiendo a presión al sistema migratorio canadiense y Trudeau ha llamado esta semana a los refugiados y migrantes a no cruzar la frontera ilegalmente.
Fuente: El español
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