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Mandy Gull baja del helicóptero con los ojos llorosos. “Nunca vi nada tan triste. Si mi abuelo supiera…”, suspira esta responsable de una tribu indígena del norte de Quebec, Canadá, desesperada ante la deforestación que carcome su territorio ancestral. El sobrevuelo del bosque boreal permite ver numerosos claros abiertos por la tala de árboles.

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“No somos dueños de esta tierra, se pertenece a sí misma”, dice la joven vicejefa. “Debemos luchar por protegerla”.

Han pasado cinco años desde que la aldea que ella dirige, Waswanipi (1.000 kilómetros al norte de Montreal), batalla para que los 13.000 km2 de bosque virgen que rodean el valle del río Broadback sean declarados santuario.

La lucha es cada vez más denodada puesto que el 90% de las tierras ancestrales de esta comunidad ya ha sido afectado por la deforestación.

Situado en el umbral de la taiga -bosque de subsuelo helado-, el Broadback desemboca en el océano Ártico tras un curso de 450 Km en el corazón del bosque boreal.

Para el pueblo Cree, nombre de la tribu de la región a la que pertenece Mandy Gull, la protección unilateral de este territorio es crucial: a medida que aumentan las áreas deforestadas y se acelera el calentamiento global, los renos, los alces y otros animales están migrando cada vez más al norte.

Y desde que el gobierno de Quebec presentó a mediados de julio un plan de conservación que, paradójicamente, permite a los silvicultores deforestar áreas de ambas márgenes del Broadback, la población de Waswanipi está casi en estado de sitio.

“¡Salven el Broadback!”

Representantes de la industria forestal ya se han puesto en contacto con Don Saganash, un “tallyman” (maestro cazador) cuyo territorio de caza está en el corazón del sector oficialmente autorizado para la deforestación.

“Vinieron a verme para construir un puente aquí”, cuenta, “porque es el sitio más estrecho del río, pero el Broadback no está en venta”, afirma Don Saganash delante de una cascada de aguas límpidas y ricas en esturiones y lucios.

Ver los camiones cargados de troncos de coníferas es “como ser apuñalado”, dice este paramédico jubilado. “Como tallyman, mi viejo padre decía: ‘No estamos autorizados a vender la tierra. Somos creaciones divinas, Dios nos dio esta tierra para sobrevivir con ella'”.

Desde hace generaciones, los tallyman han estado a cargo de vigilar el bosque boreal, contabilizar la fauna e inspeccionar los senderos ancestrales donde son colocadas las trampas.

El bosque es la identidad de este pueblo nórdico y los recién nacidos en Waswanipi aún son bautizados con una caminata simbólica sobre ramas de coníferas, antes de rodear un abeto posado delante de un tipi.

Si bien las motos de nieve han reemplazado los trineos tirados por perros y los Cree se han asentado a la fuerza en esta región hace unos 40 años, los 16.000 pobladores de esta tribu aún reivindican un modo de vida fiel a sus tradiciones y a sus antepasados nómadas.

Cuatro décadas atrás, los “blancos” llegaron del sur para erigir gigantescas represas hidroeléctricas destinadas a aprovisionar de electricidad a Quebec. A cambio, los Cree negociaron una relativa independencia política y, sobre todo, subsidios muy generosos.

La gestión de los derechos de caza se convirtió en una prerrogativa de los nativos. Pero la del suelo y del subsuelo -salvo raras excepciones- siguió siendo competencia del estado quebequense.

Contraataque

“El gobierno de Quebec tiene derecho a venir aquí a extraer recursos, pero no se trata sólo de recursos. Es un estilo de vida que sustenta no sólo a los Cree, y no sólo a los canadienses, sino al mundo entero”, estima Mandy Gull.

Para emprender el contraataque y tratar de salvar cada palmo de su bosque, los Cree llamaron a la organización ecologista Greenpeace y, con ella, en agosto desplegaron en el suelo un inmenso cartel que decía “¡Salven el Broadback!”.

Ajena a la demanda de 7 millones de dólares canadienses (USD 5,2 millones) que interpuso en su contra el gigante de la industria forestal Produits Forestiers Résolu, Greenpeace invitó para la ocasión a periodistas extranjeros, buscando hacer presión sobre los compradores internacionales de madera y papel canadienses.

En respuesta, el gigante alemán de medios Axel Springer acaba de dejar de comprar a Résolu “debido a las querellas con los nativos y los ecologistas”.

“¿Cómo no volverse radical frente a una compañía que quiere poner un puente aquí, atravesar al otro lado y cortar uno de los últimos sectores vírgenes de Quebec?”, dice Nicolas Mainville, biólogo de Greenpeace.

Don Saganash estuvo mucho tiempo solo en su lucha, pero ahora tiene el apoyo de los tallymen de otros poblados Cree y reunió en torno a su causa a otras asociaciones indígenas. Y, si los madereros insisten en avanzar en las tierras del Broadback, él jura defenderlas “hasta la muerte”.

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