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En el año 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) proclamó el 18 de diciembre como el Día Internacional del Migrante. En este día se insiste en el respeto a los derechos humanos de los migrantes y se promueven las normas internacionales de trabajo, además de resaltar la necesidad de mejorar la percepción pública sobre los migrantes y la migración.

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Dificultades y retos

Nunca es fácil abandonar nuestro país de origen, nuestro hogar, nuestra gente; pero, aún lo es menos cuando encontramos dificultades en el país receptor a causa de nuestras diferencias de idioma, costumbres y cultura, así como dificultades económicas y sociales. Y por si esto fuera poco, a todo ello se añaden las cada vez más habituales manifestaciones de racismo, xenofobia y otras formas de discriminación y trato inhumano y degradante hacia la población inmigrante.

La proclamación del día 18 de diciembre como Día Internacional de la población migrante se debe entre otros al creciente número de migrantes que existe en el mundo y a la preocupación internacional por asegurar su protección y el respeto de sus derechos y libertades fundamentales.

Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos, y toda persona disfruta de los derechos y libertades proclamados en ella, sin distinción de ningún tipo, en particular de raza, color u origen nacional. Con la celebración de este día, se pretende además reconocer y valorar la enorme contribución de todas estas personas en el avance económico, social y cultural de los países en todo el mundo.

Los Estados Miembros de la ONU, así como organizaciones intergubernamentales y organizaciones no-gubernamentales, están invitados a observar el Día Internacional del Migrante a través de difusión de información sobre los derechos humanos y las libertades fundamentales de los migrantes, el intercambio de experiencias y la formulación de medidas para protegerlos.

 
Las razones que tienen las personas para emigrar de sus países son generalmente complejas y diversas. Las más frecuentes son:

– Problemas referidos al nivel de vida: los países o lugares de fuerte emigración suelen tener un nivel de vida bajo, una economía poco diversificada, tasas de desempleo y subempleo altas, desbalance entre las numerosas necesidades de importación y la escasez de productos de exportación, salarios bajos, situación socioeconómica precaria y otras. Con la emigración se busca superar estos problemas y alcanzar unas mejores expectativas de vida.

– Razones de tipo político: sistema político poco democrático, con leyes de asistencia social insuficientes o casi inexistentes, escasa transparencia en la administración de los servicios públicos con la consiguiente corrupción, etc. Persecuciones internas en el país por razones raciales, políticas o religiosas. Las razones políticas suelen ser bastante traumáticas y que pueden terminar en el exilio, tanto si es forzado como voluntario.

– Guerras, tanto internas como internacionales, dando lugar a desplazamientos masivos y forzosos de millones de personas anualmente. Se destacan en este sentido los grandes desplazamientos ocurridos durante la segunda guerra mundial y en el período de la postguerra, que afectaron a muchos millones de personas.

– Razones medioambientales (catástrofes naturales, etc.)

– O simplemente, buscar una mejor calidad de vida para su familia, perseguir sueños profesionales, que por motivos ajenos no se pueden concretar en el país de origen.

Foto: ONU

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