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Santiago, Chile.- El cardenal chileno Francisco Javier Errázuriz pidió perdón a las víctimas del sacerdote Fernando Karadima por el lento actuar de la Iglesia local para enfrentar el caso del religioso, quien fue condenado por abusos sexuales.

En entrevista con el diario El Mercurio, publicada este domingo, el arzobispo emérito de Santiago dijo que “yo, de verdad, les pido perdón (a las víctimas de Karadima) por el sufrimiento que les causé sin quererlo”, al no investigar con celeridad sus denuncias.

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“Lo que ellos sufrieron yo realmente no lo quise. Me ha estremecido el sufrimiento de ellos; es muy doloroso verlos hablar de estos temas o leer sus testimonios. Por ese sufrimiento que les causé sin quererlo, yo, de verdad, les pido perdón”, declaró Errázuriz.

Recordó que las denuncias contra el ex párroco de la parroquia de El Bosque, una de las más pudientes de la capital chilena, comenzaron en 2003, con la acusación de la primera víctima, José Andrés Murillo.

“Las denuncias contra el padre Fernando Karadima nos llegaron gradualmente. Efectivamente, José Andrés Murillo me mandó una carta con un vicario de la Educación; la leí”, indicó.

Aseguró que “yo conocía la fama que tenía el padre Karadima de ser buen predicador, de ser buen director espiritual; además tenía un poco la fama de ser un hombre medio santo y, honestamente, yo no creí” en las denuncias en su contra.

“Por otra parte, el derecho canónico me pedía que toda denuncia que yo recibiera tenía que investigarla, si la consideraba fidedigna. Lo malo fue que yo no la consideré fidedigna. Después me arrepentí, porque me di cuenta de que sí era fidedigna”, abundó el purpurado.

Advirtió que “junto a la fama que él tenía, yo también percibía que su dirección espiritual no era acertada, percibía un exceso de autoridad. Había algunos temas, al margen de las denuncias, que uno podía percibir”.

“Además, había una suerte de alabanzas excesivas hacia su persona que me parecían como una adulación que yo tampoco quería apoyar”, agregó Errázuriz, quien reconoció que con el cuestionado presbítero “no había ninguna sintonía especial”.

Comentó al respecto que “yo le tenía respeto, por ser el director espiritual de muchos sacerdotes, pero no había ninguna sintonía especial entre nosotros. De hecho, más tarde supe que él se refería a mí en privado de forma sumamente negativa”.

“Creo que yo no era en absoluto del agrado de él y yo tampoco tenía en absoluto sintonía con la manera suya de hacer las cosas. Algunos de sus cercanos me echaron en cara que yo no lo creía ni sabio ni santo, y yo, efectivamente, no lo creo ni sabio ni santo”, acotó.

Errázuriz, sin embargo, descartó que haya existido “encubrimiento” en torno a los delitos sexuales de Karadima por parte de su entorno más cercano, que incluye sacerdotes y obispos en ejercicio.

“Encubrimiento consciente creo que no hubo. Pero sí hubo cosas que se veían, que debieron habérselas dicho al obispo, o a él mismo”, dijo el prelado.

Negó, asimismo, que su tardanza en la investigación de las denuncias contra Karadima haya tenido como finalidad dejar pasar el tiempo para que los hechos prescribieran ante la justicia.

“Es claro que no es así. Efectivamente, los hechos prescribieron. Fue por algunos meses, pero en lo relativo a un solo caso. Pero no había ninguna intención de encubrimiento”, enfatizó.

Recordó que “cuando envío los antecedentes a la Santa Sede, pido que se levante la prescripción de todos los delitos. Lo pido expresamente. Al final, se juzgaron todos los delitos, pese a que algunos estaban prescritos”.

Respecto a la sentencia del Vaticano contra Karadima, a quien encontró culpable de abusos sexuales y confinó a una vida de retiro y penitencia, sin ejercicio de su ministerio, Errázuriz afirmó que “estoy muy de acuerdo con el resultado del juicio canónico”.

La Santa Sede “acogió las acusaciones y el sufrimiento de quienes denunciaron; rechazó sin atenuantes el trato vejatorio que recibieron”, apuntó, al tiempo que calificó como “durísimas” las sanciones impuestas al sacerdote.

“Para un sacerdote son muy duras. La Iglesia gracias a Dios no tiene cárceles, eso le corresponde a la autoridad civil, pero alguien que se ordenó sacerdote, para ejercer el ministerio, que no pueda nunca más ejercerlo públicamente, es un aislamiento muy fuerte”, declaró.

Anotó además que el hecho de que “sea el obispo quien le fije la residencia también es difícil. Es casi lo mismo que dejar de ser parte del estado clerical. La sentencia muestra la gravedad de los hechos”.

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